La guerra y la paz

El título es de un libro de León Tolstoi. Y aunque lo que vivimos no es una novela, ni el argumento es semejante, en Venezuela está la guerra por un lado y por el otro la paz. No en el término literal; aunque si en la ejecución de los procesos. Es decir, torturar, aterrorizar y enfrentar a un pueblo consigo mismo por injerencia exógena. Lamentablemente nos han llevado a eso. Los burdos intereses de aquellos que han visto afectados sus negocios de poder, son el motivo. Y si bien ha existido siempre el chantaje y la manipulación, en estos tiempos del siglo XXI es obvio que ahora lo mediático perturbe más que antes.

Lo cierto es que con la aplicación de esos ensayos en el subconsciente a través de la imagen y la sublimación inducida, el resultado es que hay sectores de la población que sufren de un odio visceral al semejante. Tal intolerancia ha llegado al extremo de una falta al respeto del derecho ajeno en lo social y a la transgresión de principios y valores en lo espiritual, violando incluso los mandamientos sagrados, como por ejemplo, No Matarás.

Recientemente asistí a una misa, a propósito del abrazo en familia, donde el sacerdote hacía referencia en cuanto a la división de la familia y la sociedad en general. Y daba un ejemplo perfectamente válido: "los dedos de las manos son diferentes; pero todos están juntos y son parte indivisible de la mano". Me pareció interesante y sin duda una buena imagen para resaltar la importancia de cada cual y cómo podemos convivir ayudándonos unos a otros, a pesar de las diferencias.

Parte sustancial de esta situación ha sido planificada con la firme intención de destruir un país y llevarnos al término de las naciones árabes, tales como Afganistán, Egipto, Libia, Irak, Siria y a la Europa Oriental con Ucrania. Con escocés en mano o con un tinto colombiano, se discute la estrategia con cada servicio de tapas como pasapalo en algún salón del pentágono, la suerte de los pueblos que buscan su propia voz y espacio en el planeta.

Y sin embargo, está la Paz, tan presente en el que quiere que su futuro sea distinto. La sonrisa, la alegría, la esperanza y el amor se manifiestan en medio de la confusión, el desencanto, la rabia e impotencia. Esto es lo que más disgusta a quienes hacen la guerra. Eso es lo inexplicable para aquellos que apuestan a una invasión de marines norteamericanos. Al ver a un pueblo desbordado en la calle dando vítores a la Revolución queda siempre esa espina en quienes se oponen, no tanto hacia un gobierno y sus gobernantes, sino hacia los logros que se han obtenido en estos 18 años.

Y he aquí que el imperialismo y sus lacayos profundizan la guerra para echar el resto, ahora con elementos infiltrados que obstaculizan y burocratizan aberrantemente los procesos. Allí es donde hay que radicalizar y resguardar la revolución. Fabricio Ojeda lo dijo hace unas cuantas décadas: "Necesario es vocearlo y repetirlo: el nuevo invasor no penetra donde tropieza con voluntades reacias que le cierran las puertas a las ciudades. El imperialismo empieza por corromper a los hombres de adentro. A unos para unirlos a su comparsa de beneficios, a otros para borrarle la imagen de la propia nacionalidad".

Ciertamente, hay mucho que reclamar y hay demasiado de lo cual discernir; pero también mucho que defender. Dicen que para conseguir la paz es necesaria la guerra y que en tiempos de paz hay que prepararse para la guerra. Gandhi con su sabiduría e indoblegable espíritu, nos enseñó que "no hay caminos para la paz, la paz es el camino". Mi padre solía decir algo más radical: "si quieres la paz, debes imponerla…como sea". Cualquier sentencia es válida y la interpretación es libre como el viento. En eso estamos.

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Simón Petit

Venezolano, poeta y guionista cinematográfico.

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