En lo que respecta a niveles de apoyo electoral, es un sólido margen el
que separa al candidato de la patria, Hugo Chávez, y al abanderado del
gran capital, Henrique Capriles Radonski. Y es comprensible que dicha
situación origine honda preocupación entre quienes depositaron sus
esperanzas en esta fracasada aventura mediática conocida como "el
autobús del progreso".
La campaña de Radonski es mucho más mediocre de lo que fue la del ex
candidato presidencial Manuel Rosales, pues a pesar de su desafortunada
oratoria, el antiguo gobernador del Zulia tuvo el mérito de insurgir
desde un contexto de pobreza y ruralidad, hasta convertirse en un
autodidacta destacado en la política oportunista y clientelar.
Si bien es cierto que la historia personal de Rosales, no es
precisamente un ejemplo de solvencia ciudadana y transparente gestión
pública; no se puede negar que es un sobreviviente que nació de las
tinieblas de la más brutal exclusión social y tuvo una transformación en
su vida. Pero total ausencia de méritos es lo que caracteriza la vida
de Radonski, probablemente el más privilegiado burgués que haya optado a
la presidencia de nuestro país en toda su historia.
Respaldado por grandes capitales nacionales y extranjeros, el
imperialismo estadounidense y el sionismo israelí, Radonski fue el
instrumento para desplazar al partido Acción Democrática y sus
discípulos, y transformar el antichavismo en un movimiento radicalmente
empresarial y con agenda de extremo neoliberalismo para Venezuela.
Ciertamente, Radonski, nacido en cuna de oro, ha sido más torpe en sus
discursos que Rosales. Los millones de dólares invertidos en su
educación dentro y fuera de Venezuela, así como una vida entera de lujos
y privilegios, parecen haber sido un desperdicio total en este
personaje incapaz de hilvanar coherencia en sus palabras, de dar una
exposición amplia de las soluciones reales para los problemas del país y
el mundo, e imposibilitado de entusiasmar a las masas de indecisos y
votantes volubles.
Por eso, faltando pocos días para las elecciones presidenciales, es
obligatorio extremar precauciones para evitar que el oposicionismo
genere eventos de conmoción nacional (alzamientos de las cárceles,
escándalos, matrices de opinión calumniosas, calamidades causadas por
las lluvias, hechos de violencia, accidentes laborales, artefactos
explosivos en sedes diplomáticas, etc.) que en la actualidad representan
su única y última oportunidad de revivir sus esperanzas de un milagro
electoral.
Constitucionalista. Profesor de estudios políticos (UCV).
http://jesusmanuelsilva.blogspot.com