Juan Pablo II, un papa asesino al que quieren hacer santo

Nunca hubo un Papa más politiquero que Juan Pablo II. En todos los grandes temas de la política internacional estaba él metido. Trabajó codo a codo con el Presidente Reagan para minar la influencia soviética en el mundo. El Papa metió a la CIA en el Vaticano para confeccionar todo el proyecto que haría de Lesh Valesa presidente de Polonia. Según David Yallop en su libro “El poder y la gloria”[1], sin la intervención comunista, Karol Wojtila jamás habría sido Papa. Sin embargo, este mismo Papa le recomendaba a obispos y sacerdotes que participaran en actividades políticas siempre y cuando combatieran el comunismo. Karol Wojtila en Estados Unidos gozaba de buena prensa, el “Times” lo llamó Juan Pablo Superestrella.

Lo más patético y terrible de la vida de Juan Pablo II fue su encuentro el 7 de enero de 1979 con el arzobispo Óscar Romero de El Salvador. El obispo le había planteado que la Iglesia en su país era perseguida y el papa explícita y duramente le contestó:

- Bueno, ya está, no exagere. Es importante que se ponga a trabajar con el gobierno.

- Santo Padre, ¿cómo puedo buscar un entendimiento con un gobierno que ataca al pueblo? ¿Qué mata a los sacerdotes de usted? ¿Qué viola a las monjas de usted?

Karol Wojtila le respondió:

- Bueno, debe encontrar un terreno común con él. Sé que es difícil. Entiendo claramente lo difícil que es la situación política en su país, pero me preocupa el papel de la Iglesia. No sólo debe interesarnos defender la justicia social y el amor a los pobres; también debe preocuparnos el peligro de que los comunistas exploten la situación. Eso sería lo malo para la Iglesia.

Romero continuó:

- En mi país es muy difícil hablar de anticomunismo, porque el anticomunismo es lo que la derecha predica, y no por amor a los sentimientos cristianos, sino por la egoísta preocupación de promover sus intereses.

El Papa tenía un duro hueso de roer, y añadió:

- Le recomiendo aplicar gran equilibrio y prudencia, especialmente al denunciar situaciones específicas. Es mucho mejor apegarse a principios generales. Con las acusaciones específicas se corre el riesgo de cometer errores o equivocaciones.

El segundo encuentro de Romero con el Papa fue a fines de enero de 1980. Quiso Romero que el Papa hiciese una franca condena contra las atrocidades del gobierno de El Salvador porque habrían tenido un electrizante efecto sobre ese país tan católico, y su ejemplo llegaría al mundo entero. El papa concluyó aquel encuentro con estas palabras: “Rezo todos los días por El Salvador”. Dice Yallop en su libro que el Papa había sido persuadido por la camarilla derechista de El Salvador que se destituyera a Romero. Fue entonces cuando actuó el mayor Roberto D’Aubuisson, a quien nunca nadie, ni mucho menos el Vaticano, acusó de ese crimen. El Papa Juan Pablo II nunca reconoció a Romero como un mártir, y por el contrario aceptó la tesis de que este arzobispo fue asesinado por izquierdistas que deseaban provocar una revuelta.

Esta es una larga y muy conocida historia, donde ese santo llamado Karol Wojtila se comportó como un vil y monstruoso canalla. Pero igualmente, Juan Pablo II hizo su trabajo político en Venezuela. Vino a proyectar la figura de Rafael Caldera para un segundo período presidencial, y también a promocionar una nueva marca de papas fritas que se lanzaron simultáneamente en México, Brasil y Venezuela, tres países que recorrió en una de sus giras. Por este negocio el Vaticano recibió varios millones de dólares. Por cierto, que para aquella época uno de los más críticos de esta inmoral campaña mercantilista del Papa fue Antonio Pasquali, hoy un viejo pendejo perdidamente escualidizado.

En 1987, Karol Wojtila recibe en el Vaticano a Rafael Caldera y a su señora esposa. Estaba el líder verde en campaña y necesitaba el apoyo del Papa, y éste le ofreció hacer todo lo que pudiera para volverlo llevar a la Presidencia. La papa en Venezuela estaba muy cara y se requería del Papa, eso parecía decirle Caldera. Caldera para aquel entonces no fue apoyado por Copei como candidato e hizo lo imposible porque Eduardo Fernández no ganara. El Papa le dijo que le aseguraría el triunfo para después de la salida de CAP y así fue.



[1] Editorial Planeta, 2006.


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José Sant Roz

Director de Ensartaos.com.ve. Profesor de matemáticas en la Universidad de Los Andes (ULA). autor de más de veinte libros sobre política e historia.

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