Rómulo Gallegos: ¡qué inmenso abismo entre el papel del novelista y el del político!...

  1. Casi todos los novelistas fracasan cuando incursionan en política. No se diga los poetas. En España, durante los conflictos políticos del siglo XX, fracasaron en sus aspiraciones políticas, genios de la literatura como Miguel de Unamuno, Ramón del Valle Inclán, Ramón Gómez de la Serna, Antonio Machado, Federico García Lorca, Manuel Azaña, Rafael Alberti, Ramón J. Sender, entre muchos otros.
  2. A principios del siglo XX en Venezuela, sus poetas pobres y sin licencia para publicar ni escribir en los diarios de entonces, se preguntaban si eran los blancos europeos realmente, con sólo su límpida pigmentación y sus impolutas maneras "finas", los únicos capaces para imponerse en lo humano y en lo creativo, viviendo ellos a la vez, entre políticos que eran (y son) la madre y la razón de dos monstruosas guerras mundiales en Europa; destructores perpetuos de tres continentes África, Asia y América. ¿Acaso debían ellos, los primeros en invadir, expoliar y destrozar continentes enteros, para que luego considerarse salvadores, doctos en civilización y desarrollo?
  3. Rómulo Gallegos detestaba a los negros y a los indios a quienes atribuía ser las primeras causas de nuestro atraso. Rómulo Betancourt hacía maromas con sus frases para no parecer racista, pero sus actos y su poca o ninguna crítica, por ejemplo, a Alberto Adriani y a Gallegos (seguidores además de la tesis de Laureano Vallenilla Lanz), muestra su verdadera posición a favor del fulano progreso pro-racista, sin la inclusión de los negros, indios o mulatos.
  4. Para Adriani, había que implementar una política agresiva para evitar el peligro de la infiltración de negros antillanos, que no se debía andar en una actitud pasiva ante este grave asunto. Decía que ya no se debía discutir el derecho de los países de inmigración de impedir la entrada de criminales, degenerados, enfermos, anárquicos y otros perturbadores políticos o de excluir a los individuos pertenecientes a razas inasimilables. Era tajante Adriani: "Se debería prohibir la inmigración amarilla e india y restringir en lo posible la negra, marcando la preferencia por la inmigración europea".
  5. Para positivistas venezolanos se hacía urgente implantar un método por el cual "se fuese haciendo converger a hordas y montoneras hacia moldes civilizados por medio de una superior dirección de la inteligencia". Insistía el autor de Doña Bárbara1: "…nunca he creído que Gómez fuera la causa de nuestros males, sino la consecuencia del largo período de involución hasta la barbarie que venía siguiendo el país, casi desde los mismos comienzos de la república que culminó en Juan Vicente Gómez por razón natura".
  6. Es importante hacer notar, pues, que tanto para Gallegos como para Adriani, Juan Vicente Gómez fue un mal necesario y hasta necesario para salvar a Venezuela. Por esto, algunos comunistas le recriminaron al novelista su permanencia en el país mientras un grueso de sus compatriotas hacía grandes esfuerzos por luchar contra la tiranía. Gallegos se defendía diciendo2: "Sobre este punto estoy yo absolutamente tranquilo, nadie puede decirme nada que me haga bajar la cabeza. Tampoco me voy a dar de héroe: hice el mínimo de lo que creí necesario hacer y basta".
  7. Por su lado dice el ensayista Harrison Sabin Howard3: "De esta manera permaneció para servir como maestro y sólo en 1931, cuando fue designado como senador de Apure se sintió obligado a exiliarse. Permanecer hubiera sido «venderse». Para Gallegos la barbarie no puede ser aniquilada; más bien se debe emplear la energía que la subyace para transformarla constructivamente, en ocasiones resulta incluso necesaria la primera ruptura de la tensión, con lo que se desahoga rápida y económicamente la agresión. En ocasiones, como una contribución personal a la propia madurez, puede enfrentarse cada cual con su propio ser primitivo en su totalidad, desafiar el mundo salvaje comenzando por reconocer y desafiar al salvaje que hay dentro de uno mismo".
  8. En tal sentido, según Gallegos, hay que rechazar la esquizofrenia en que se encuentra el mestizo, quien pareciera vivir un irresoluble conflicto consigo mismo. La mezcla racial debe ser aceptada y reafirmada así como sus consecuencias naturales. Gallegos tenía inconsistencias como estas, sólo una revolución podía amalgamar al pueblo en un solo destino grandioso pero tanto Gallegos como Adriani le tenían horror a las revoluciones.
  9. En definitiva, pues, Gallegos atribuía la injusticia tanto a la naturaleza inherente a todos los hombres como al sistema en que vivían. Por todo esto sostenía en Doña Bárbara que era necesario matar al centauro que todos los llaneros llevan dentro, lo cual era absurdo. Lo genial que podía tener Doña Bárbara lo debía a nuestras mezclas, a nuestros llaneros y, en definitiva, al indómito centauro que llevamos dentro. ¿Por qué matarlo cuando nos había dado la libertad? ¿Acaso porque representaba un peligro para los que aquí venían en plan de imponer sus negocios explotadores? ¿O porque esa era la manera que veía Gallegos de asimilarnos mejor a la cultura y a las imposiciones del imperio euroamericano?
  10. Se enfrentaba Gallegos a una confusión interior que le hería y le confundía amargamente. La civilización europea y los adelantos tecnológicos de Estados Unidos lo desconsolaban y acomplejaban. Estos dos intelectuales (Gallegos y Adriani), definitivamente, veían en la pobrísima «calidad moral» de nuestros maestros, vilmente alimentados, vilmente estafados y tan mal pagados, el mayor obstáculo para intentar una revolución humanista. Por lo demás, y lo peor, una población casi indiferente y hasta regodeándose en su propio abandono, en el crimen, en la desidia; plagado el Estado de un mar de funcionarios incompetentes, y el país todo ahogado en la incuria, el caos sanitario y el analfabetismo. En parte, también ese era el legado dejado por Gómez, pero ¡cuidado!, todavía no era conveniente hablar mal de ese régimen, sobre todo porque cualquier crítica también debía hacérsele, y principalmente, a los países europeos y a Estados Unidos quienes con todas sus fuerzas, lo mantenían en el poder.
  11. Así nos encontrábamos, de modo que Juan Vicente Gómez no se hubiese sostenido por sí mismo, sin el apoyo de Estados Unidos y las potencias europeas. Éstos lo mantenían en su puesto y el que quiera conocer en detalle esa maléfica imposición de los imperios Occidentales contra Venezuela, que se lea "Venezuela, política y petróleo" del mismo Rómulo Betancourt.
  12. El error más grave de Gallegos fue creer que América Latina, para levantar sus industrias podía hacerlo con la ayuda de los Estados Unidos. Dice Harrison4 que la II Guerra Mundial determinó que Estados Unidos dependiera de los recursos energéticos de Venezuela, lo que animó a Gallegos siendo presidente, a pedir una justa participación en la explotación petrolera nuestra. Gallegos había llegado a creer que Venezuela podía obtenerla mediante reformas dentro de la relación existente, y esperanzado expresaba: «Pero es necesario que las bonitas palabras que están poniéndole música de serafines a la guerra actual, por parte de ustedes, se conviertan en realidades perdurables5». Es decir, remata Harrison, que se pretendía realizar la revolución burguesa en Venezuela permaneciendo esencialmente en su papel de satélite de Estados Unidos.
  13. Ante el bajísimo nivel tecnológico de Venezuela, y que habría de ser tema de largos análisis entre Gallegos, Adriani y Betancourt, se llegaba a la conclusión, de que era imposible todavía, y por desgracia, dejar en lo inmediato seguir dependiendo del coloniaje y de la cultura que, de manera voraz, nos imponía toda la maquinaria explotadora extranjera. ¿Cuál podría ser la revolución que nos correspondería dirigir? Era la gran pregunta que iba y venía sin una respuesta clara y contundente. Para Betancourt había que empezar por enterrar para siempre todo lo que representase el gomecismo y la secuela de su administración semicolonial. Desmontar la Venezuela que estaba tal cual como la había dejado Guzmán Blanco, quien había intentado pasarla de la colonia española a la francesa, en su intento de gobernarnos desde su palacete en París.
  14. Resulta, que casi todos los ideólogos que trataban de construir una Venezuela post-gomecista, eran gomecista, como el propio Adriani, el mismo Eleazar López Contreras, en cierto modo el propio Rómulo Gallegos y el mismísimo Rómulo Betancourt, como casi todo el resto de los eminentes intelectuales de aquella Venezuela, mil veces torturada y humillada. Los intelectuales y políticos de aquella época aspiraban civilizarlo todo sin molestar en nada los llamados inversionistas extranjeros; sostener a machaca martillo que había que meter a las hordas bullangueras y montoneras en los cultos moldes europeos, por medio de una dirección superior inteligente, eso sí, hacerlo sin alterar en absoluto el viejo orden colonial. En Venezuela apenas si contábamos con 500 maestros para 450.000 niños en edad escolar, y escuelas no teníamos. Pero el problema más grave era el racismo que latía en las venas de estos doctos, que veían al negro y al indio como seres de raza inferior. Y así no se podía entender, ni elevar el nivel de nuestra educación, y aún menos abordar de forma equilibrada, humana y coherente, el problema de nuestra liberación, de nuestra soberanía.

1 Discurso en la Cámara de Diputados el 30 de abril de 1937.

2 Harrison Sabin Howard (1984), op. cit., p. 109.

Harrison Sabin Howard (1984), Rómulo Gallegos y la Revolución Burguesa en Venezuela, ob. cit., pgs. 110-111.

4 Ibídem, p. 135.

5 Rómulo Gallegos, Sobre la misma tierra.



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José Sant Roz

Director de Ensartaos.com.ve. Profesor de matemáticas en la Universidad de Los Andes (ULA). autor de más de veinte libros sobre política e historia.

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