La bondades de la tierra por cárcel

No queremos decir que todos los hombres que han escogido la mazmorra como el hogar de los reincidentes, sean distintos, humanamente hablando, a los que caen por primera vez. Estos muchas veces con sentencias exageradas, cuando no injustas, por no ser culpables. Todos merecen una oportunidad, excepto los ensañados en el sadismo; los sicarios y los traidores a la madre patria como, así mismo, los “cerebros” de las mafias carcelarias, culpables de la intriga entre encarcelados hasta llegar al extremo diabólico de que se maten entre ellos mismos, validos los intrigantes del hacinamiento en que se encuentran (por ahora) los 19 mil reclusos venezolanos.

No está demás señalar que serán los seres queridos de esos hombres y mujeres “en depósito” carcelario, quienes pueden testimoniar con Hugo Chávez Frías, antes rehén del viejo sistema y hoy presidente de todos los venezolanos, respecto de la desgraciada estadía carcelaria de esos compatriotas, hoy tras las rejas, cautivos de las mafias exfoliadoras, enquistadas desde el último medio siglo pasado, en los recintos y periferias de las cárceles venezolanas. Mafias que son propiciadoras de la cruel conseja, regada a los cuatro vientos, para que se hable de los “irrecuperables”.

Recientemente escuchamos y vimos a ese gran sabio en la materia carcelaria, como lo es el Dr. Elio Gómez Grillo. Estamos de acuerdo con él en cuanto que en este país no se deberían construir grandes edificios carcelarios. Más bien, concluyó el maestro, se deben edificar o acondicionar pequeños recintos distribuidos a lo largo y ancho del territorio venezolano, con una capacidad de alojamiento para 50 hombres o mujeres, privados de la libertad. A lo que le agregaríamos nosotros, como sugerencia, construir esas pequeñas cárceles en las adyacencias de unas cuantas hectáreas de tierra fértil para que esos hombres y mujeres se encariñen con el arado y el surco de lo que, de paso, pueden sentirse reivindicados de ese tiempo muerto del presidiario, a cambio de obtener de la tierra el sustento propio y el de sus seres queridos, además de contribuir con la agroalimentación del resto de la población. Y ¡mosca!, que no se estimulen los mafiosos con la pretensión de seguir el mismo camino de la redención, como la sombra al hombre, para después dar el zarpazo.

Acá mismo, en ésta Barcelona del poeta universal Miguel Otero Silva, existe un antro con centenares de covachas (Puente Ayala) para matar en vida a hombres y mujeres. A unos, la mayoría, porque transgreden las leyes en mala tentación y a otros porque la vorágine de la intriga los arrastra hacia el oscurantismo del Erebo, donde en sus adyacencias existen unas cuantas hectáreas de tierras fértiles, bañadas por dos ríos: el Aragua y el Neveri. ¿Por qué no se parcelan esos asientos baldíos?. Allí pueden trabajar la agricultura unas 50 personas, por citar un ejemplo. Mientras que el resto de los reclusos sean redistribuidos en otros de los tantos asentamientos previamente acondicionados en las diferentes regiones del país.

Los presos, cual universitarios en su tierra, podrían reasimilar la dignidad de la madre tierra, lo mismo que el hombre del alma mater vence las sombras. Y, como incentivo hacia el camino de su propia redención, puede recibir como premio, hasta una vivienda digna para que conviva con la madre de sus hijos en las periferias del arado.

No faltarán, por supuesto los enemigos de la redención del hombre, que intriguen con eso del preso trabajando para el rrrrégimen. Como cuando Gómez el “padre” de Stalin, dirán los más viejos, esos que escriben las impertinencias del pasado para comparar. No tienen más nada que hacer, se convirtieron en ociosos de las palabras palangreadas. Pero la vuelta a la dignificación del ser humano, de los desposeídos, se les revertirá con sus propios aspavientos, en un latigazo moral.

Y en cuanto a los mafiosos y corredores de la renta carcelaria, esos sí deben seguir en las cárceles que tanto adoran desde afuera. Pero presos. Eso sí, en las de tipo “San Quintín”, pues las actuales edificaciones, si es que se redistribuyen los penados, servirían también como centros de aprendizaje y talleres para los jóvenes que hoy se suman al hacinamiento carcelario.

Para finalizar, enfatizamos: los presos en Venezuela dejarán de ser irrecuperables. Y la tierra sí dignifica al hombre y a la mujer. No importa el costo, pues la tierra sí paga. Y por su parte Ministro Pedro Carreño, tiene usted la palabra y la inteligencia para rescatar al prisionero de las garras mafiosas y de la oz de la muerte.



pedromendez_bna@yahoo.es


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Pedro Méndez


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