Marcia Lafuentefanía de Mónaco presenta: Salvaje Oeste

Kid Barack cabalgaba sobre “Pato” su noble caballo quien apenas podía caminar. Barack levantó su mirada y con la mínima fuerza que le quedaba, acertó a matar a un mosquito que pasaba. Antes de que éste, el mosquito cayera al suelo, lo atajó y le chupó la sangre. Pato, el caballo relinchó y volteó la cabeza. Con los ojos como dos pepas de mangos bien chupada, miró a John K. “Lo siento Pato esa sangre apenas me llegó a la caries de la cordal” dijo Kid Barack. Pato rió con ganas Una hormiga le hizo cosquilla en la pezuña derecha-

Faltaban dos minutos para llegar a Kolom Bia . El camino fue largo, pero Kid Barack era un hombre de valor. Había luchado años atrás para consolidarse como uno de los sheriffs más atrinca la bola de la comarca. Su antecesor, Bush Chido había dejado muy mala fama en el pueblo. Kid Barack estaba dispuesto a arreglar la situación. Era un gran reto el que había tomado al encargarse de sheriff de aquel pueblo acostumbrado a muertes, invasiones y bombardeos sobre otros lugares.

Se detuvo bajo un frondoso algarrobo. Pato volvió a reír. En la corteza del algarrobo había dibujado un pequeño corazón atravesado con una flechita con dos nombres: Barbarito Diez y Olga Tañón “ailoveforever”. Kid Barak sacó una cafetera de donde no se sabe. Encendió el fuego frotando dos palitos mantequilleros y montó el café. Pato lamía la paja del camino. Lamía porque era muy viejo y no tenía dientes ni muelas y aunque Kid Barack le había mandado una correspondencia a mister Ramos Allup pidiéndole una de sus planchas dentales viejas, que va: nada.

Como todo vaquero que se respete, sacó un “maloro” y lo encendió con un tizón. Pato volvió a reír. Le causaba gracia al recordar que su antiguo dueño, quien era un cervecero nato, cada vez que iba hacer una parrilla, le costaba una bola para encender los carbones y sin embargo, este ni se apagaba con el terrible viento que llegaba de Nevada y Pastelado. Vainas de los gringos.

Kid Barack lanzó una bocanada de humo al espacio. Era un gran fumador y a la vez un gran barajo, porque siempre llevaba unas barajas dentro de las mangas. Esto se lo había enseñado Maverick y Ford., igualitos a todos los gringos, tramposos y pistoleros. Se escuchó un disparo de rifle. La mujer que Barack había hecho con el humo en el espacio, recibió el impacto sobre una de sus tetas y cayó como una lata de manteca. Kid Barack se parapetó en un montecito cercano. Sacó sus Colts y miró a todos lados. El sol era un poema, ¡ay, mi pana!

Miró y miró y nada. En ese momento escuchó que alguien le respiraba en el cogote. Ladeó la cabeza y lo vio. Era Matarata Urivelez, uno de los bandoleros más pérfido de Kolom Bia- Kid Barack sonrió y caminó elegantemente, como siempre. Matarata Urivelez sacó un trapo y se lanzó a lustrarles las botas- Matarata Urivelez era un jalabola graduado en Odford y Chevrolet. Estaba ahí para vender a todos los ganaderos que hacían vida en Latín American y que deseaban deslastrarse del dominio de Kid Barack, quien era otra más de la pandilla histórica.

“Matarata” Urivelez no era inglés, no era del país de Kid Barack, empero estaba ahí para vender a sus propios hermanos de Latín American. No le importaba que siglos atrás, un hombre llamado Simón Bolívar luchara por darle la libertad a su patria. Ahora la entregaba a Kid Barack y ponía en peligro a todos los habitantes de la Gran Comarca. Kid Barack se había salido con la suya. Pato el caballo relinchó feliz. Una nube lloró hacia el sur, una vez más los cobardes, los eunucos, los vende patria vendían la historia DE LOS PUEBLOS

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Ángel V. Rivas

Limpiabota, ayudante de pintura, articulista, Productor Nacional Independiente, editor de El Irreverente. Animador del programa Gigantes del Romance, autor del libro Pacto Satánico y poeta en estado de frustración.

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