El 23 de enero y la OTAN (III)

Juan Domingo Perón había dicho que el siglo XXI encontraría unidos a los latinoamericanos o los encontraría muy mal. Si uno ve con detención el tamaño de las industrias básicas que crea Pérez Jiménez —siderúrgica y petroquímica—, siente que se las ha pensado para alimentar el subcontinente entero.

Leonardo Altuve Carrillo, embajador estrella de Pérez Jiménez, llega a Brasil en octubre de 1957, insuflado por una misión trascendentalísima. Viene a combinar con el presidente Juscelino Kubitschek un plan del que el «jefe Pérez» saldrá estabilizado en la presidencia de Venezuela por una década más. Hay más en su encargo: quedará América Latina unida, un cometido de tamaño bolivariano y, según él y quienes en Caracas lo han comisionado, de intención bolivariana. Eso no es verdad, Bolívar habría odiado lo que intentaban, por ser anexionista y pronorteamericano.

La cosa viene de la reunión de Panamá, donde Pérez Jiménez propuso un Banco Interamericano de Desarrollo que incomodó a los Estados Unidos por ser excluyente hacia Inglaterra. El presidente Juscelino Kubitschek regresaba de aquel evento en una crisis motivada porque la casa matriz de la Standard Oil había ordenado que no se suministrara petróleo a Brasil, del cual era enemiga a causa de haber fundado aquel país a Petrobras. Lo argüido, por supuesto, no era esto sino la crisis de Suez, que ponía escasez de petróleo en el mundo. Esa angustia traía el brasilero. Por iniciativa de Altuve, Pérez Jiménez recibe en Caracas a Kubitschek y ordena, tras algunos tratos, que se le venda todo el petróleo que necesite. Viene Nunes, presidente de Petrobras, a Venezuela, y viene luna de miel. Antes Venezuela y Brasil vivieron de espaldas.

Altuve tiene un primer contacto, a nivel de Cancillería brasileña. Explica al canciller Macedo Suárez el plan de Pérez Jiménez: en operación militar aerotransportada, Venezuela tomará Guayana, el 19 de abril de 1958. A Pérez Jiménez y a Kubistchek les toca enfrentar una astucia porque, a raíz de la reunión de la OEA de 1954 (donde se organizó la acción contra Guatemala con la que se derrocó a Jacobo Arbenz) Inglaterra optó por darle la independencia a la Guayana Británica. La Guayana Británica no existe, ahora existe la flamante República Independiente de la Guayana, por lo cual lo que estarían atacando Venezuela y Brasil sería un país independiente. Respecto a Pérez Jiménez se dirá en el mundo que es típico acto de militar dictador fascistoide, respecto a Brasil, algo. ¿Es realmente independiente la República de Guayana? Los resultados de esta crisis y de la de las islas Malvinas dirán que no, con hechos.

Macedo Suárez refiere al diplomático venezolano a un hermano suyo, presidente de Petrobras, para que pacten una acción conjunta porque Brasil tiene en la región guayanesa más reivindicaciones inclusive que Venezuela, ya que la Guayana Holandesa y la francesa son territorio robado al enorme país por esas dos potencias europeas y usado para taponarlo por el norte.

—Tomaremos las Guayanas juntos.

El embajador venezolano carga entre sus papeles el memorándum Mallet-Prevost. Se lo citará en los tribunales internacionales, en apoyo de la acción venezolano-brasilera en la Guayana Británica. Hará maravillas en la ONU. Venezuela y Brasil gozarían del apoyo del Departamento de Defensa o Pentágono. Ello no significa el apoyo oficial estadounidense: tendrían en contra al Departamento de Estado, en poder de Adolf Berle, muy amigo de Rómulo Betancourt y de la línea OTAN. En el plan de los padrinos estadounidenses de Pérez Jiménez —Henry Holland, el más visible—, una vez invadida la Guayana por los ejércitos venezolano y brasileño, los Estados Unidos aparecerá como fuerza mediadora, evitadora de la violencia, en realidad estabilizando la toma dentro de la política de descolonización -robo de colonias a las metrópolis europeas- ahondando un poco más la herida que está abierta en la OTAN.

Había condecoraciones en el maletín de Leonardo Altuve Carrillo, para el vicepresidente João Goulart, popularísimo líder socialista, el principal de Brasil, vinculado a Juan Domingo Perón por una relación de discípulo a maestro, que pasaba por encima de que el uno era fascista y el otro cercano al comunismo. Al movimiento de Goulart se titulaba «travaillismo». Altuve le escribe al «jefe Pérez» que primero debe ser condecorado Kubitschek —PJ está de acuerdo— y luego se «decorará» al vicepresidente travaillista. Y luego, una delegación sindical venezolana viajaría a Brasil y sería recibida por Goulart y apoyada por el travaillismo continental.

Agua, Guayana Esequiba y comunistas de Pérez Jiménez

También del lado venezolano, el proyecto tiene sus comunistas. Insólito resulta que colabore con «los rojos» el gobierno fascistoide de Pérez Jiménez, e insólito desde luego que comunistas colaboren en un plan de la dictadura contra la que conspira el Partido Comunista oficial y contra la cual se han colocado las decisiones del XX Congreso del Partido Comunista de 1956, donde, tras las denuncias de Kruschev que llevaron al antiestalinismo, se señaló como línea de conducta a seguir la colaboración con las democracias burguesas contra las dictaduras, lo que llevaba implícita la colaboración con Acción Democrática contra Pérez Jiménez.

Pero las cosas están haciendo su voluntad. En Caracas, por la esquina de Cruz Verde, se ha abierto cierto sindicato bolchevique, que está coordinado por un comité masónico-rosacruz-comunista cuyo jefe es el intelectual Miguel Acosta Saignes.

Explicó el general Pérez Jiménez en entrevista con el autor de este libro, lo siguiente:

«—Teníamos un comunismo amigo. Juan Bautista Fuenmayor, por ejemplo, era un hombre meritísimo y mío. Chicho Heredia y Nelson Luis Martínez también. Claro, había el ala comunista de Gustavo Machado, los García Ponce y Jesús Faría, que estaba preso. De ésos había que cuidarse —dijo, sin precisar que en el edificio de la Seguridad Nacional se estaba subiendo a rines de carro a los comunistas y adecos conspiradores, impartiéndoles palizas terribles, electricidad. Y añadió: —Pero teníamos amigos, uno de ellos el general José Rafael Gabaldón, que podía ser el presidente a partir del 19 de abril de 1958, Estaba apalabrado para eso, porque yo me dedicaría a lo militar.

Las relaciones entre Estados Unidos e Inglaterra estaban deterioradísimas por el ningún apoyo que Eisenhower había dado a los británicos en la crisis de Suez. Pérez Jiménez pensaba que era el momento ideal para actuar antibritánicamente en el Esequibo. Sus socios y protectores del Departamento de Defensa norteamericano debieron darle gran aliento pero si los Estados Unidos se cruzaban de brazos ante la acción que se preparaba en Venezuela, Inglaterra reaccionaría destruyendo la OTAN. Continuará.

lmanrique27@yahoo.es.


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