“Son cartas que me dicen
que en la oposición ellos embrutecen” (Y en gobierno también)
Me escribe un señor, al que
yo llamo el del “apellido ridículo”. Es un adeco de esos que cuando
llegaba Lusinchi, Leoni o CAP a Miraflores casi que se lanzaba al suelo
a besarles los zapatos. Significa eso que es un hombre viejo; de esos
hombrecitos con los cuales José Rafael Pocaterra hacía sus personajes
que luego plasmaba en sus excelentes libros.
El del “apellido ridículo”
no se pierde ninguno de mis artículos en Aporrea y cuando escribía
en el difunto periódico LA HOJILLA el cual está de reposo hasta que
Mario Silva envíe el humo por la chimenea y salgamos otra vez al aire
y donde sea. Me persigue como no persigue la Interpol a la banda de
cuchifritos que hoy se esconden en el Perú, peru yo me siento muy
bien que él sea mi más fanático lector. El del “apellido ridículo”
me lanza sus venenosos dardos llenos de curare adeco. Intenta ofenderme,
descalificarme, ponerme contra la pared, pero de frente, No digo que
eso sea bueno, pero si a él le gusta pues…
El del “apellido ridículo”
que es uno de esos adecos que de repente dejaba el trabajo para irse
a tomar sus frías “solomategentepolar” y a agarrar a las meretrices
de “La cueva del humo”, dice que este gobierno es malo porque él
con AD vivía mejor, tenía su esposa, tres novia, una amante y dos
barraganas y a todas la mantenía con el billete que le daba la marramuncia
que hacía bajo la lupa bieneCHORA de su jefe adeco en algún
lugar de la administración pública. No olvida sus tardes por allá
por Prados del Este con la pléyade adeca jugando dominó y tomando
Don Perignon con pasa palos de ñame y carota frita... Siente nostalgia
del “negro Cova” meciéndose en una hamaca, escuchando a Chopin,
mientras leía la gaceta hípica con los pies llenos de callos y furúnculos
“ojo e tortuga” sobre un banquito de guásimo.
“Apellido ridículo” alega
que cuando gobernada AD él se ganaba sus churupitos sin robar a nadie;
honestamente; él lo que hacía era conseguirle a sus compañeritos
de partido apartamentos en el Inavi mediante una pequeña coima y en
Coracrevi igual. Alega que yo soy un vulgar revolucionario que me la
paso soñando con ver a la gente feliz, pero que a él eso no le importa
“porque esa gente no es familia de él” “Apellido ridículo sueña
con el regreso de AD, porque es mentira que CAP se metía su “pericazo”
en Miraflores”, él solamente consumía bajo estricto control
médico.
Apellido ridículo dice que
a Jaime Lusinchi nunca lo sacaron en brazos de amigos del Tamanaco;
que eso es mentira, “por que eso solamente ocurría tres veces a la
semana y no cinco como dicen los revolucionarios rojo rojitos”. Alega
que “En Venezuela no hay razón ara no tomar”. Recuerda que Blanquita
Ibáñez era muy buena con él, pues además de regalarle flores
que cortaba de… ¡Miraflores! le pagaba una cantidad de bolívares
para que le bañara los caballos de paso que tenía en Fuerte
Tiuna.
Apellido ridículo escribe que “Gonzalo, habla claro, no; ese no, Gonzalo Barrios, Mantellini y Rafael Poleo, junto al “Negro” Encarnación se metían en una oficina de la casa de AD en El Paraíso era a jugar queto y rojo y no otra cosa, porque ellos demostraron que son “hombres de pelo en pecho” siempre. Total que “a veces llegan cartas”…