El país de unos pocos

En Sudamérica hay un país llamado Chile, donde nada es de Chile

Me hago absolutamente responsable de lo que digo y de lo que escribo, dado que los datos duros y fríos confirman mis asertos.

Hay asuntos que parecen inamovibles, pétreos. Algunos resultan dolorosamente indignos. Chile lo es, pues la sociedad civil chilena representa fidedignamente lo anterior. No se trata de algo nuevo; por el contrario, tiene más de doscientos años de existencia. Por ello duele aún más.

Durante un siglo y medio imperó en nuestro país el ‘inquilinaje’, el cual, más que un concepto sociológico era una forma de vida, un estilo de administración y una estructura sociopolítica que asfixió a millones de personas, condenándolas a vivir bajo el látigo veleidoso de un patrón, del hacendado, del dueño de fundo (cuando los fundos eran gigantescos geográficamente).

Allí, en el fundo, en la hacienda, se encontraba la globalidad planetaria. El fundo era el país, el mundo, todo lo existente, era la obra de Dios…y el patrón representaba la autoridad absoluta…la única autoridad posible. En Chile, las haciendas y los fundos eran pocos, por lo tanto, los dueños del país eran también unas escasas familias dueñas de la tierra, del dinero, de la iglesia, la milicia y el gobierno. El país de unos pocos.

Y sigue siéndolo. En algún momento la Historia, la sociología, la investigación periodística, o la simple opinología, se encargarán de demostrar que los principales recursos naturales del país, así como también sus instituciones fundamentales, se han convertido en propiedad privada de un grupo de familias que, además, entrecruzan lazos familiares y económicos conformando una poderosa agrupación que maneja a su amaño el gobierno, la legislatura, la prensa, las fuerzas armadas y las policías.

Vea usted, por ejemplo, lo que ocurre en la política. Familias como los Walker, Lavín, Larraín, Chadwick, Frei, Aylwin, Coloma, Allamand, etc., se han apropiado del escenario legislativo y edilicio, amenazando ahora con inundar los espacios de ‘convencionales’ `para redactar la nueva Constitución Política del Estado, esa misma Carta Magna que rechazaron con alevosía y maldad durante décadas. De hecho, varios de ellos han vivido –desde su tierna juventud- mamando la teta del Estado, como es el caso de ciertos insoportables politicastros, a saber, Zaldívar, Coloma, Chadwick, Melero, los Larraín, Letelier Morel, Soria, Girardi, y otros que he preferido olvidar.

Son, además, padres, hermanos, hijos, primos, sobrinos, nietos, suegros, consuegros, yernos, nueras, cuñados, padrinos, socios, de quienes detentan el poder económico, de aquellos que se han agenciado (y no con buenas artes) los recursos naturales de mayor importancia para el desarrollo del país, como minerales, bosques, océano, glaciares, lagos, ríos, carreteras, hidro y termoeléctricas, comunicaciones, prensa, la banca, previsión social, salud, educación…pero pese a ello, lo anterior parece no bastarles. Quieren aún más, mucho más.

Son, en efecto, dueños de todo Chile, además del comercio, el turismo, el deporte y el entretenimiento. Amos y señores, patrones y feudales, del fútbol, de la TV, de los casinos, de los festivales, de los cementerios, de las encuestas, de las iglesias y de las fuerzas armadas (donde ascienden como oficiales sus propios hijos/sobrinos/nietos/ahijados/yernos, etc.).

Todo ese grupo no alcanza a superar el 3% de la población nacional…pero son los que mandan, los que imponen a voluntad las reglas y pueden cambiarlas a placer cada vez que así requieran hacerlo. Lo demostraron en noviembre 2019 cuando amañaron las exigencias del estallido social, y hoy millones de chilenos creen que era lo correcto, que "está bien" que así sea porque la TV y la prensa de los amos así lo asegura, y esa es la "única verdad objetiva".

Esos patrones viven felices y forrados merced a la explotación ‘democrática’ del 97% que jura estar viviendo en una especie de ‘Jauja’, ya que los dueños de la férula se encargan de mostrarles solamente las sombras de la verdadera situación a la que se les permite acceder mediante el endeudamiento permanente, creciente e intocable. .

Definitivamente, aquella frase que escribí hace doce años, y que nunca ha sido desmentida, retrata de manera fidedigna lo que somos: "En Sudamérica hay un país llamado Chile, donde nada es de Chile".

Claro que sí, nada es de Chile, todo es de 15 o 20 familias entrelazadas sanguínea y comercialmente, como también asociadas a gigantescos intereses transnacionales, esos que no reconocen patria, Dios ni ley.

Este es un país de unos pocos. ¿Será entonces, en términos rigurosos, un ‘país’, o es un territorio feudal perteneciente a unos escasos ‘caballeros’?

¿Se percatan, pues, de la real importancia que tiene hoy día el redactar adecuada, moderna y democráticamente, una nueva Constitución Política del Estado, ‘madre’ de todas las leyes?



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Arturo Alejandro Muñoz


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