La Asamblea Constituyente en el Perú puede detener cambios presidenciales en un abrir o cerrar de ojos.

El Perú mientras no se deslastre de la constitución de 1993, excluyente, racista y represiva impuesta por el régimen de facto de Alberto Fujimori; El pueblo no va abandonar las calles hasta tanto no se empodere de una nueva Constitución que le de vida y legitimidad a los indígenas, que organice al Estado y le dé poder a los que nada tienen y, la única vía es una Asamblea Constituyente; un viejo sueño acariciado por las fuerzas del cambio y que hoy ha tomado ribetes de legalidad. Ya Venezuela lo hizo en 1999 con el presidente Hugo Chávez a la cabeza. Chile, además de otros países, se inscribe dentro de esa línea. Ya cumplió un año este país austral que no ha dejado la calle, bajo un constante estado de sitio, represión, cárceles. En días pasados se dio una consulta y los resultados para el pueblo fueron realmente esclarecedores.

En el Perú existe cómo un despertar de una juventud y un pueblo que salió a la calle a enderezar un orden constitucional que sólo puede hacerlo por la vía de una Asamblea Constituyente, para la elaboración de una nueva Carta Magna que ponga a funcionar nuevas reglas de juego que nazcan de la voluntad del pueblo, de lo contrario la inestabilidad corroerá las bases del gobierno de turno y llegará el momento que la conmoción social será el pan de cada día. En estos momentos Francisco Sargasti, nuevo presidente de ese país, tiene una papa caliente; amarrarse al pasado y ser candidato a que lo extrañen de la presidencia o darle rienda suelta a un nuevo modelo político a través de una Constituyente.

Bastante cicatrices ha dejado para ese país esa caterva de los últimos seis presidentes partiendo de Alberto Fujimori, Alejandro Toledo, Alan García, Ollanta Humada, Pedro Pablo Kuczyski (todos ellos acusados de haber recibido sobornos de la empresa Odelbrech), Martin Vizcarra, Manuel Merino y Francisco Sargasti. En los últimos tres años, han cambiado de presidente como el que se cambia de ropa; primero fue Kuczynski, quien enfrentó dos destituciones, ya para la segunda decidió abandonarla; luego le toca el turno a Martín Vizcarra; que al igual a su antecesor, fue destituido en el segundo periodo por el congreso; acusado de recibir sobornos por obras públicas, mientras había sido gobernador de Moquengua. Ese mismo congreso nombra a Manuel Merino, un individuo sin asidero, ni escenario político y social; lo primero que hace es rodearse de los más recalcitrantes de la derecha, lo cierto es que lo sacan como corcho de limonada, luego de haber estado seis días en el cargo. Ahora bien, todas estas destituciones carecen de legitimidad, por ser ejecutadas a través de un congreso donde 68 de 130 diputados tienen investigaciones judiciales en proceso; con la excepción de Vizcarra que le dan un golpe de Estado; pero con la atenuante que era investigado por corrupción.

Ahora bien, el Perú signatario del Grupo de Lima creado el 8 de agosto de 2017 con la finalidad de legalizar el ensañamiento contra Venezuela y su gobierno; pero se encuentra que países que tenían como una obsesión enfermiza contra Venezuela, sus presidentes han sido removidos, la mayoría les cayó la maldición encima al haber sido fotografiados con la señora Tintori; entre ellos Peña Nieto (México), Mauricio Macri (Argentina); J. Añez (Bolivia), Martín Vizcarra (Perú), Iván Duque, que esta colgando y Bolsonaro (Brasil) se está quedando sin sustento político y finalmente Donald Trump; mentor y figurín del cartel en mientes. Resumiendo, por la forma cómo marcha la movida de mata de estos signatarios del grupo o cartel de lima, no le auguramos mucho tiempo, va en caída limpia.

 

 



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Luís Roa

Licenciado en Administración de Empresas (ULA). Luchador social. Jubilado de CVG Alcasa

 Luisroa519@gmail.com

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