El señorío de los cobardes

Aparentan ser muy guapos pero son en verdad los más cobardes. Sus acciones lo demuestran. Han cebado su sevicia sobre los sectores más débiles de la población venezolana, sobre los más frágiles, sobre los desamparados, sobre los huérfanos de todo, a quienes tratan en los hechos como sus enemigos más peligrosos.

Ejercen su mal gobierno contra estos millones de venezolanos desabrigados. Su desempeño en este sentido es similar a la de cualquier dictadura gorila latinoamericana, las dictaduras de los desaparecidos, de los torturados, de los exilados, de los presos políticos, de la censura de prensa, de la violación de los derechos humanos, de las arbitrariedades, de los atropellos.

Estos sectores muy humildes, que conforman la mayoría del país, que viven aquí y se quedarán en este terruño, pues no tienen otra opción, son las principales víctimas del gobierno presidido por este señor, ocupante hoy de la silla de Miraflores. Ahí están para evidenciarlo los enfermos desahuciados, carentes de dinero con que comprar sus medicinas, esperando la muerte, pues en los hospitales venezolanos no hay recursos para auxiliarlos ni médicos para aplicar los tratamientos. Miles han fallecido en estos años de gobierno del obrero presidente, y otros miles morirán pronto por las mismas causas. En las redes sociales podemos constatar los gritos de auxilio pronunciadas por estos venezolanos, pidiendo medicinas, solicitando ayuda económica para comprarlas, mendigando favores médicos.

Allí están también los desamparados docentes del país, humillados y ofendidos por los miembros de la marrullería gubernamental. Con sueldos de cinco dólares mensuales, sin seguro médico, sin transporte escolar, sin prestaciones sociales, sin derechos laborales, sin gremios para defenderlos, todo esto aniquilado por el ocupante de Miraflores y su claque de cortesanos felicitadores. Y cuando protestan algunos de tales docentes, el gobierno envía a sus violentas huestes a echarles plomo, golpear con garrotes y enviar a las mazmorras. La orden de Miraflores es acallar las protestas utilizando para tal fin cualquier instrumento. Y raudo responden los "colectivos" gansteriles a cumplir la instrucción del bocón mandamás.

Allí están los millones de jubilados, mostrando al mundo sus famélicas imágenes, su harapiento ropaje, el sufrimiento dibujado en sus rostros demacrados. Jubilados venezolanos que dedicaron los mejores años de su vida a producir bienes y servir al país, hoy son tratados como trastos inútiles por el quinteto cívico-militar que arruinó y destruyó nuestro país. Las largas colas frente a los bancos a las que son obligados a sumarse cada mes para cobrar su mísera pensión constituyen un hecho por demás humillante que solo personas malvadas son capaces de ejecutar. Burlarse de la gente de mayor edad del país, obligarlos a sufrir, humillar su condición humana, patear su dignidad es un hecho imperdonable. Pero el primer magistrado de nuestro país y demás funcionarios de su gobierno, hacen esto reiteradamente. Años tienen en eso sin que muestren ningún indicio de interés por corregirlo. Les importa un bledo en verdad el sufrimiento de los abuelos y tatarabuelos venezolanos. El maltrato a los ancianos venezolanos expresa la verdadera catadura de quienes maldirigen los destinos de nuestro país.

Allí están las parturientas venezolanas, en su mayoría adolescentes provenientes de los estratos sociales más empobrecidos de nuestra sociedad, alumbrando hijos en plazas públicas, en los patios o cuartos de su pobre vivienda, en calles o carreteras, en los pasillos de los destartalados hospitales o en cualquier improvisado lugar. Es que resulta más seguro hacerlo así que en las instalaciones médicas del país, pues en estos lugares no existe garantía de nada visto el abandono en que se encuentran. Mientras tanto, la pútrida oligarquía rojita tiene a su servicio los mejores médicos y mejores clínicas del país. Cuentan para ello con el poder político y los dineros públicos que ellos convirtieron en dinero privado, en dinero de la dirigencia psuvista.

Allí están los estudiantes de nuestra patria, sin maestros que los enseñen, sin libros donde estudiar, sin cuadernos para escribir, sin pupitres donde sentarse, sin transporte escolar, y sin comida que llevarse a la boca. Una generación mostrenca es lo que está pariendo este malogrado experimento político comandado por el presidente obrero. Nefasta herencia que legará al país el actual régimen, una herencia incrustada en el alma nacional, por cuya razón el país arrastrará con ella por muchas décadas. Será ésta, la generación mostrenca, el mayor daño que le habrá ocasionado a nuestro país ese señor que preside este nefasto gobierno.

Allí están los trabajadores venezolanos, los que generan riquezas, producen bienes materiales, los que mueven cualquier tipo de máquinas, los que laboran en el sector de los servicios, los obreros, los campesinos, los empleados. Aquí están los más explotados del país, los de salarios paupérrimos. El "presidente obrero" y su claque de felicitadores les arrebataron todos sus derechos laborales: sindicatos, salarios, prestaciones sociales, servicios médicos, servicio de transporte, aguinaldos, vacaciones, recreación. Es ésta, la clase trabajadora venezolana, la peor tratada en el planeta tierra. Es que aquí en Venezuela sufrimos los efectos del capitalismo ultrasalvaje impuesto por maduro y el PSUV. Es el capitalismo bárbaro, desalmado, el más crudo y radical. Es el capitalismo del socialista presidente obrero, quien brinda el mejor servicio a los propietarios del capital. Les ofrece en bandeja de plata una clase trabajadora sin derechos ninguno, a libre disposición para su explotación inmisericorde.

Y allí están también, aunque resulte paradójico, los miembros de la policía nacional, una institución encargada de brindar protección a los ciudadanos, hoy día desmantelada, con funcionarios muy mal equipados, provistos de armamentos rudimentarios, con salarios de hambre, con pobrísimos uniformes y calzados, sin patrullas para movilizarse, víctimas de las bandas delictivas, dueñas hoy día de casi todos los barrios del país, gracias al contubernio que con ellas mantuvo el gobierno de Chávez, mismo que maduro sostiene ahora ¿Cuadrantes de paz o territorios del malandraje? Decenas de estos muy humildes venezolanos han sido asesinados por los grupos delincuenciales enseñoreados en la geografía nacional Y allí están, además, los soldados del ejército venezolano, el nuevo sector social de sacrificados, caídos en combate contra guerrilleros y demás grupos irregulares procedentes de Colombia, presentes en los estados fronterizos occidentales de nuestro país, en la zona minera de Guayana y en otros lugares de la geografía nacional. Y todos los venezolanos hemos visto el trato simplón, grotesco, chocarrero que maduro y demás funcionarios de su gobierno han dado a este asunto. Las consecuencias de tan tragicómico desempeño ahora están sintiéndose con fuerza en nuestro país y dentro de la propia institución armada nacional. Al día de hoy muchos son los uniformados asesinados por los grupos delictivos venidos del vecino país. Son vidas perdidas, agregadas a otros miles de venezolanos ultimados por los numerosos grupos irregulares, respecto a los cuales este gobierno no muestra ninguna intención de enfrentar y eliminar.

Y mientras las víctimas sufren, los culpables, la cobarde elite constituida por la oligarquía cívico-militar, se refugia en sus bunkers y palacetes, donde, resguardados de los efectos de la trágica realidad circundante, provocada por su torpe ejecutoria gubernativa, disfrutan las mieles que les brinda un poder adquirido gracias al voto popular concedido por los mismos venezolanos hoy en situación de sobrevivencia. Es que en la patria del Libertador Simón Bolívar se ha implantado la Tiranía Doméstica. El Ilustre caraqueño nos advirtió bien temprano de los peligros que este tipo de tiranía implicaba. "Es peor que la Tiranía Extranjera", nos decía. Y tenía razón. Nosotros lo certificamos, pues la estamos padeciendo ahorita en el siglo XXI. La réplica del Capitán General Vicente Emparan está sentada ahora en la silla de Miraflores.



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Sigfrido Lanz Delgado


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