Sin autoridad monetaria el dinero no vale nada y menos una lista de precios

Desde la aparición del hombre en la tierra hasta que se organizó en grupos sociales pasaron muchos años. En ese período inicialmente el hombre utilizó, entre otras, la modalidad del trueque como mecanismo de intercambio que necesitaba para garantizar los bienes para su existencia.

Muchos años más fueron los que tuvieron que transcurrir hasta que el hombre descubrió el uso y valor de los metales. No importaba la forma que tuvieran, podían ser en forma de barras o láminas, en función de su peso y medida se convenía un valor equivalente al objeto que se deseara obtener y entonces los metales pasaron a ser un medio de pago. No obstante, como resultaba bastante engorroso estar poniéndose de acuerdo acerca del valor de una pieza metálica debido a que podían ser tantas y tan diversas como habitantes hubieran en el pueblo, a un gobernante se le ocurrió la idea de asignarle determinado valor a una cierta cantidad de metal con la condición adicional que debía tener en el anverso y el reverso un sello real que la certificara como válida. Y así fue que se estandarizaron las primeras monedas metálicas, la cuales sin importar la forma que tuvieran – podían ser redondas, rectangulares o cuadradas – representaban un valor específico y estaban certificadas con el sello de la autoridad que las emitiese.

Posteriormente, para agilizar las transacciones comerciales, se inventó el papel moneda el cual no es otra cosa que un título al que se le asigna determinado valor monetario que debía ser reconocido y pagado por el ente emisor que normalmente era la casa de moneda del gobierno o el equivalente al Banco Central. Por tal razón, en muchos países – incluyendo Venezuela – en algún momento en los billetes se imprimían con la expresión: "Pagaderos al portador en las oficinas del banco".

De cualquier modo, lo que se quiere mostrar, es que así fuera que se tratara de monedas o de billetes, el sistema monetario de un país siempre debía estar respaldado por una autoridad que diera cuenta de su valor y que se hiciera responsable de que se cumplieran las reglas del juego relativas al manejo del dinero.

La realidad actual de Venezuela es que pareciera que no existe una autoridad monetaria que se encargue de esto. Por eso es tan difícil determinar el valor de la moneda. Adicionalmente, no existe una moneda única para realizar las transacciones. Con la invasión monetaria del dólar se ha distorsionado más el mercado para los intercambios comerciales. Adicionalmente, con la creación de monedas virtuales el panorama luce más complejo. Esto no debería resultar mayor inconveniente si estuvieran claras las reglas del juego y se cumplieran, pero tal cuestión no es así.

De este modo, si ya resulta complejo ocuparse de la materia monetaria, mucho más complejo resulta ser ocuparse de una materia como los precios. Los antiguos intentos por regularlos siempre han fracasado y todavía se persiste en lo mismo aunque ahora se les llame "concertados". No es otra cosa que una regulación más con las mismas probabilidades de desastre que todas las anteriores que se han llevado a cabo.

Por esa razón es que puede pensarse que lo mejor es empezar por el principio. Antes de entrar en la materia de lo que deben ser los precios primero hay que encargarse por poner orden en lo que tiene que ver con la moneda nacional.



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Marcos Henriquez

Licenciado en Historia. Investigador y docente universitario.

 henriquezm1970@gmail.com

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