Del abominable crimen de Robert Serra y María Herrera, el gobierno
bolivariano, independientemente de que su aparato de inteligencia llegue a
descubrir la totalidad de los autores tanto materiales como intelectuales, debe estar
alerta para impedir que otros dirigentes revolucionarios puedan seguir siendo
víctimas de nuevas acciones terroristas.
Atentados selectivos como parte del plan terrorista en el que figurarían
incendios de discotecas en San Cristóbal, Estado Táchira, la voladura del puente
internacional Simón Bolívar, sin descartar otras acciones no menos criminales en
distintas partes del país, buscarían inicialmente ir calentando el suelo patrio como
preámbulo de la acción definitiva que daría al traste con la revolución bolivariana.
Esto es al menos cuanto se desprende de las confesiones de Lorent Saleh en las que
señala haberse reunido con Álvaro Uribe, el ex presidente colombiano sindicado de
ser el creador de los para militares y quien se ha confesado enemigo acérrimo de
nuestro gobierno bolivariano.
Si bien es cierto que el más joven de los diputados al parlamento de la Asamblea
Nacional de la República Bolivariana de Venezuela contaba con una avanzada
tecnología electrónica para detectar la presencia de cualquier extraño o persona
sospechosa, no solamente en las inmediaciones de su residencia, sino incluso, dentro
de la misma; lo cual, a juzgar por los vídeos presentados por el propio
Presidente Maduro habría servido para identificar a sus asesinos, la falla en su
sistema de protección fue de carácter netamente humana.
En tal sentido el Jefe de Estado fue explícito en reconocer que esa fue su debilidad
al señalar como el Jefe de escoltas de Robert Serra, habría sido comprado para
convertirse en cómplice clave en la planificación durante tres meses de tan
horrendo asesinato. Por supuesto que, ante los mencionados antecedentes
no podemos extrañar que las manos del paramilitarismo uribista estarian detrás del
crimen del joven Serra y su compañera Herrera.
El hecho de que, nada menos, que el jefe de los escoltas del líder más destacado
de la juventud venezolana se haya prestado para ser participe directo de este crimen
nos lleva a concluir que no se trataba de un verdadero revolucionario porque de ser
así, no habría dinero capaz de comprarlo; de allí que quienes tengan a su cargo la
vida de nuestros dirigentes deben ser revolucionarios probados y, en
consecuencia, dispuestos a dar la vida por sus escoltados.
Alerta entonces para impedir que nuevos judas se repitan.
*Periodista jubilado.
aramaipuro2@hotmail.com