Que entre bomberos no se pisan la manguera; este proverbio es sabiduría del pueblo. Corruptos a granel hacen y deshacen, que sí rojos o no, que si quintas columnas, que sí de guerra económica, que si esto que sí aquello, pero en total burlan al pueblo, único agraviado; y aunque las intervenciones tenga toda la buena intención, prevalecen las influencias y más cuando hay de por medio tantísimo cochino gordo "Dios dinero".
Se preanuncian las intervenciones y los hambreadores del pueblo, tal y cual como la cucaracha, les barren y ellos pa dentro, desafían la ley y hasta le burlan, grandes señorones son intocables, su "prestigio" supera la justicia y supera la ley; ¡allá del venao que le haga juego! Pagará de todas las culpas ante la tuerta justicia, de un único ojo para amparar al pudiente caco y juzgar al desposeído, ambos delincuentes.
Intervenciones en serie y en menos de lo que canta un gallo la estafa, robo, especulación y usura de nuevo se restablece en acción dolosa, mafias en turno permanente; pareciere que para ellos las autoridades son mequetrefe, una figura, o como dice el sabio pueblo, un jarrón chino que tan solo sirve para ornamentar la ley.
Y el pueblo se pregunta: ¿Qué gran poder han de tener estas organizaciones delincuenciales para que la justicia y la ley se dobleguen ante su tanto descaro?
Siempre asoman las justificaciones; se dice hasta el cansancio que dentro de los organismos judiciales hay toda una pudrición, se dice, pero la pudrición ahí está, y sigue, nunca se le quitan hongos ni tiñas a la mata, sus actores son los mismos de siempre y los que vienen del nuevo árbol de la academia terminan por ser persuadidos a formar parte del descompuesto: hongos de la materia orgánica celulosa que reduce cualquier madera política-social a inútil polvo, son embebecidos por el "Dios Dinero"; el mal jamás erradica, aumenta la legión de mafias, cuantifica acrecentamiento de la organización dolo-cacorra, porque hay en su núcleo reproductivo una adicta indefinición poder-ideológica