Recibí el primer grito escuálido

Se escuchan los cohetes del odio. Uno me escribió, con la sangre chorreándole de sus colmillos,”qué dices ahora de ese mal parío hijo ´e p...”. No sé, sentí que la vieja desde su tumba me guiñaba un ojo; el mismo que siempre guiñaba cuando por culpa de mis irreverencias escritas recibía de mis mortales congéneres. Una vez un hombre vestido de gris se instaló por varios días cerca de mi lugar de habitación. Mamá le tomó un vídeo. Cuando yo regresaba en la tarde del trabajo me lo mostraba. Un día decidí ir junto a él. Le pedí un fósforo aunque yo no fumo. Usaba lentes oscuros y sus manos no salían de sus bolsillos laterales. De pronto se fue rápidamente tras la figura de una mujer que salió de una casa cercana. Empero tuvo tiempo para decirme, “perdona amigo, tengo trabajo” y se largo. Con los días supimos que era un investigador de adulterios.

Bien algunos se andan regocijando por la noticia de que según Edwin "el Inca" Valero asesinó a su esposa. Días atrás escribí en esta misma página una nota donde buscaba con todo el afán de mi espíritu revolucionario, darle una esperanza al boxeador...”Por mi nombre recibirás odios y desprecios”, ¿dónde leí eso? Cuando los católicos hablan de Cristo, simplemente se están refiriendo al hombre que murió “por los pecados de todos”.

¿A quién le hace falta una palabra de amor si no es al que anda equivocado? Abandonar al congénere en su dolor es terrible. El Inca quizás necesitaba esa ayuda y no el desprecio de todos. Si es posible, sin me resulta necesario, volcaré lo poco que pueda tener en mi alma, para no dejar solo al pecador. ¿Qué podemos darle a quien está en sanidad?

Me escriben con odio, con ofensas, con palabra que no consigo en ninguno de los diccionarios Vida. Empero los acepto, quienes lo hacen, quienes se sienten felices con el dolor ajeno, también están enfermos: son otros boxeadores que además anhelan golpear la razón y la coherencia espiritual de quien se cobija entre la piel de los verdaderos humanistarios.

Que un hombre se equivoque; que un hombre se lance a la guerra sin motivos aparentes, es algo patológico, ¿quién puede entrar al cerebro de un boxeador golpeado por las circunstancias, por la pobreza, por la riqueza que llega de inmediata, a colocarles chips que no lo hagan salirse de aquello que dice” crea fama y acuéstate a dormir”

Siguen llegando correos: todos con un mismo fin: ofender, alegrarse, gozar la muerte espiritual de una dama y la ídem material de un hombre, que tal vez no fue capaz de seguir aceptando derrotas. Que el Inca haya cometido un crimen no es para nada algo bueno, pero que alguien se alegre por eso, por cuestiones política, fanáticas, es algo que llama a la reflexión.

Estamos tristes .El crimen no puede ser el remedio para solucionar problemas. Empero somos humanos, transitamos muchas vías, no podemos eludir el precio que se nos pide por ser “el animal perfecto”, fue terrible lo que le sucedió a la esposa del Inca y a él en esa noticia que como tal no podemos decir que sea real hasta que los cuerpos policiales lo investiguen, pero que alguien me mande un escrito donde regurgita su odio, su problema mental, su bajo instinto, raya en lo inconcebible. En verdad estoy atónito. Soy un escritor, un editor, un soñador, un poeta sin rima ni sintaxis,, pero en jamás de los jamases, pude creer que en un congénere se multipliquen tantos problemas mentales, como en esas nota que hoy me envían. Seguiré apoyando al caído donde y como sea.

aenpelota@gmail.com


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Ángel V. Rivas

Limpiabota, ayudante de pintura, articulista, Productor Nacional Independiente, editor de El Irreverente. Animador del programa Gigantes del Romance, autor del libro Pacto Satánico y poeta en estado de frustración.

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