La recta final

Y a falta menos de un mes.

Realmente cuando se habló de un octubre rojo me doy cuenta ahora de que era en sentido figurado. Habíamos entendido que podría tratarse de que iba a correr sangre, pero en realidad ahora me percato que el rojo se refería al color de la cara de uno con tanta rabia que iba a agarrar.

No hay nada casual en el insólito caos que súbitamente vive Caracas, bastante más que el acostumbrado, lo que ya es decir mucho. Las conspiraciones han adquirido últimamente modalidades tan sofisticadas que hay que dudar hasta de las lluvias, no vaya a ser que estén soplando las nubes desde Washington.

No voy a cometer el exceso fanático de desconocer cierto grado de ineficiencia en aspectos que afectan dramáticamente nuestra vida cotidiana. Por citar un ejemplo, realmente la basura acumulada en casi todas las calles, es una expresión de incompetencia en buena medida. Pero si a la basura que tardan en recoger los organismos encargados, le agregamos un aumento inesperado de su volumen o la circunstancia de que mucha de ella amanece regada por todas partes, entonces estamos ante un fenómeno intencional.

Que a cuatro gatos aquí, diez más allá y otros tantos desperdigados en las principales vías de circulación les dé de pronto por trancar la circulación, es muy difícil verlo como un legítimo acto de protesta de unos grupos que estén luchando por alguna reivindicación particular. Cuando se ponen todas esas guarimbas en un solo saco y se les analiza, no resulta una genialidad llegar a la conclusión de que algo se cocina para perturbarnos, cuanto más si las tales protestas están invariablemente acompañadas de las cámaras de cierto canal de televisión. Lo mismo que si se desaparece la carne, se mueren los pollos, se va la luz con más asiduidad de la que alguna ineficiencia nos tiene acostumbrados, se caen las líneas telefónicas, o cualquier otro evento que nos afecte individual o colectivamente. Pongámoslos todos juntos y haremos un gran sancocho con un denominador común: todo eso genera malestar. ¿Y a quién beneficia una molestia colectiva? No hilemos tanto: los opositores están haciendo su trabajo.

Mlinar2004@yahoo.es


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Mariadela Linares


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