Señores periodistas: la actriz soy yo


Derecho a réplica ejercido por Larissa Costas Manaure, actriz de profesión y tesista de la Escuela de Artes de la UCV mención Artes Escénicas, a Otto Neustald y Gladys Rodríguez.

Seguramente, en los próximos meses, las transmisiones de los medios de comunicación tendrán que hacerse desde las clínicas más importantes de la ciudad: nunca el periodismo venezolano estuvo tan enfermo. Me ahorraré metáforas gastrointestinales para evitar caer en los errores emotivos tipificados por los “periodistas” Otto Neustald, corresponsal de CNN, y Gladys Rodríguez, imagen de Globovisión, en el Foro “Periodismo en tiempos de Crisis” ofrecido en la Universidad Bicentenaria de Aragua (el cual pudo titularse: “Yo no soy chavista y mi pareja tampoco”, al mejor estilo de Laura en América).

El oficio del –verdadero- periodista consiste en ofrecer al público, información veraz, imparcial y oportuna. Somos los artistas los que tenemos la potestad social de tomar la realidad y ficcionalizarla con la virtud y el ingenio pertinentes para el cultivo de las artes.

El periodista que tergiversa la realidad y la manipula atenta contra la sociedad, prostituye la creatividad y la imaginación artística y establece una matriz de opinión nacional e internacional que nos sumerge en una obra de teatro colectiva, que por teatro, es falsa, pero por convicción y convención de un sector de la clase media (quienes parecen creerse el cuento), es real. Pero los muertos no han caído por efectos especiales, materia en la cual los contrarrevolucionarios tienen sus expertos, como por ejemplo, Patricia Poleo, Ibelyse Pacheco, Napoleón Bravo, Marianela Salazar, Cesar Miguel Rondón, Grado 33, Domingo Blanco y todo el etcétera periodístico que conocemos…

Tan lejos llegó ésta obra de teatro, que el 10 de abril, ya cada quien tenía su papel: Daniel Romero, con fogosidad dramatúrgica fue a corregirse con Olavarría. Carmona, Ortega, Molina Tamayo, Lameda y sus secuaces habían debutado el 9-A con sus monólogos apasionados en la sede de PDVSA Chuao. Y Otto Neblablabla, preparaba sus cámaras para cubrir el estreno de los militares golpistas, con muertos y francotiradores incluidos. Todos habían superado el miedo escénico. Todos competían con mi gremio.

De modo que el 11-A, al antiguo periodista, ahora director de actores, Otto Neblablabla, no le costó convencer a los militares golpistas que ensayaran su escena, y, en función de la premisa “el show debe continuar”, se convirtió en cómplice de crímenes de lesa humanidad y difusor del mensaje militar, anticipo trágico de la sangre de verdad que correría por en centro de Caracas. La voz campante: la de Héctor Ramírez Pérez.

Los medios de comunicación hacían su drama paralelo: “Mientras el Presidente estaba en su cadena, los “pistoleros” de Puente Llaguno arremeten contra la manifestación “pacífica” del 11-A”. ¿Dónde diablos estaba el corresponsal de CNN en su función de periodista, cuando tenía en sus manos la información veraz, imparcial y oportuna? ¿Por qué si él tiene los teléfonos de todo el mundo y es tan popular en Miraflores no se comunicó con los organismos de seguridad del Estado? ¿Por qué si, previo a la masacre de Puente Llaguno, ya éstos militares asesinos hablaban de muertos, no movió un dedo para salvar esas vidas, pero si corrió en moto a llevar a los canales de televisión el video que lo consagra como el nuevo director de escena de Latinoamérica?

Señor Otto, sus minutos de fama los vivirá bajo el título de cómplice de un genocidio al pueblo venezolano y como libertino mediocre de la comunicación social.

A través de Gladys Rodríguez, Globovisión fue a Maracay a justificar su acción golpista y revestirla de imparcialidad. Poco faltó para que nos dijera: “Nosotros participamos en el golpe, porque Chávez nos habla feo”.

El pueblo venezolano jamás olvidará el terrible 12-A, cuando muy maquillada, muy contenta, en su papel de periodista estrella, la Sra. Rodríguez nos leyó la ficticia carta de renuncia del Presidente legítimo y constitucional de la República Bolivariana de Venezuela, Hugo Chávez Frías. Al finalizar su lectura, agregó tajante y grandilocuente, “y la firma”, es decir que daba fe que el Presidente la había firmado. Cínica y descarada se burlaba de nosotros, como un bufón de la corte. Pero el pueblo tiene suficiente olfato para distinguir a una mala actriz y mediocre profesional. Poco nos importa su falsa vergüenza.

No es de extrañar que el 13-A, Gladys Rodríguez, oscilara llorando “de lo sublime a lo ridículo”. Ese pueblo que “Chávez reconoció” y reconoce, pasó a ser el protagonista de la obra, y ellos, los conspiradores fascistas, dramaturgos, directores y divas sobreactuadas, fueron relegados al ridículo histórico como negadores de la presencia y actuación soberana de un pueblo.

Para finalizar:

  • Exijo justicia y cárcel para los degenerados golpistas. Tanto los del 11 de Abril como los del 14 de Agosto.
  • Exijo respeto a mi profesión de actriz y la reivindicación de la teatralidad como una expresión artística de dignidad del espíritu humano.
  • Exijo que el fascismo golpista no utilice jamás la vida de un pueblo, sus instituciones y su historia para montar sangrientos espectáculos.
  • Invito a intensificar el boicot contra los medios de deformación y desinformación humana y a los patrocinantes de los programas de los terroristas cabecillas mediáticos que atentan contra la Constitución y la Revolución Bolivariana. En tal sentido, solicito a CONATEL que funcione, EFECTIVAMENTE, como el organismo rector de las comunicaciones en Venezuela e impida y castigue la difusión de campañas de guerra que se transmite en las televisoras comerciales. No podemos permitir que por la negligencia e ineficiencia de una institución del Estado se ponga en riesgo la paz de la Nación


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