Nuevos frustrados y elecciones presidenciales 2024

Cuando escucho decir que el gobierno chavista destruyó los salarios de los trabajadores, inmediatamente recuerdo varios intentos de golpe de estado, los paros patronales, la fuga de divisas, la promoción de tasas de cambio sacadas de la manga de la camisa, el robo de los billetes, el intento de imponer un gobierno paralelo, los disturbios en las zonas pudientes de las grandes ciudades, la descalificación de cualquiera que tratase de razonar o debatir, el resurgimiento del racismo, el comportamiento fasistoide, la adulación al gobierno gringo, y un largo etcétera.

Todos estos recuerdos que evoco fueron "estrategias" para el logro de un único objetivo, cambiar o volver o devolver el gobierno a un grupo social desplazado electoralmente y todas fracasaron. Si volteamos la moneda, podemos decir sin tapujos que el pueblo chavista y el gobierno venezolano triunfó. Sin embargo, persisten las descalificaciones y el temor a reconocer la valentía y la resistencia; persiste una crítica como si el gobierno, y el pueblo que lo acompaña, jamás hubiese tenido adversidades ni adversarios.

La crítica siempre es negativa, no porque haga daño, sino porque por naturaleza debe ser contraria a la situación observada, de lo contrario sería una alabanza. Ahora, cuando la crítica de los propios se convierte en una descalificación crónica hay problemas, no solo electorales sino también mentales.

Las personas tenemos la tendencia a descalificar a las demás personas. Tal vez es simple envidia, tal vez algo de maldad, pero seguramente hay frustración, pues como humanos sabemos que todos somos capaces, pero no todos somos exitosos.

Esta descalificación, muchas veces gratuita, parece ser una manera de aminorar el éxito de los demás, tal vez para marcarlo, o mancharlo, pues al parecer la perfección es desagradable por no ser una cualidad humana. Me inclino a calificar esa cualidad de tendencia para descalificar como una especie de válvula de escape ante el fracaso propio.

Ahora, la cosa se torna grave a medida que el descalificador acumula fracasos para un mismo objetivo. Frustrado, llega al punto que no acepta nada, no escucha, no ve, no razona, se vuelve intolerante. La acumulación de fracasos convierte la naturaleza descalificadora en una barrera cognitiva, una limitación notable para comprender las cosas. En palabras simples, la compulsiva actitud para descalificar lo convierte en estúpido. Calificativo feo, pero de uso necesario si queremos llamar a las cosas por su nombre.

En grupos de la política venezolana se observa esto con facilidad. Basta "dejar caer" en un chat de algún grupo de wasap donde participen más de dos opositores al gobierno chavista alguna noticia del gobierno, positiva o no, y a los pocos minutos, tal vez segundos, se desata una bulla descalificadora, es como dejar caer un pedacito de pan en un lago con cardúmenes de peces. He hecho el experimento varias veces.

Esa estupidez adquirida muta. Basta observar que al obtener un primer y tal vez único y pírrico éxito, la estupidez no cesa y la descalificación se torna a violencia. En palabras más sencillas, son potencialmente peligrosos, capaces de todo. Con la primera oportunidad de mostrar su triunfo les emerge un frenesí tan severo que si alguien tiene oportunidad de verle los ojos se dará cuenta, sin necesidad de saber absolutamente nada de psiquiatría, que pasan a un estado esquizofrénico.

Así como las pésimas condiciones económicas de una sociedad son la bomba de tiempo para un estallido social, la frustración acumulada solo necesita de una mínima cuota de poder para detonar una bomba vengativa. Lo hemos visto, padecido y no lo olvido, por razones de seguridad.

¿Por qué hoy adversan al chavismo una importante cantidad de personas que votaron por él en 1998?

Cualquiera buscaría la respuesta en los acontecimientos de 1999 hasta hoy, pero por una casualidad creo haber encontrado respuestas en el preámbulo del libro La Cultura Del Petróleo, de Rodolfo Quintero y escrito en 1968. Escribió hace 54 años lo siguiente: "Corresponde a los antropólogos…Con este ensayo sobre la cultura del petróleo nos proponemos comenzar a corregir esas fallas e interesar a los venezolanos en el fenómeno del conocimiento del desplazamiento de las culturas nacionales por la "civilización gringa" de importación". Quintero no dio luces en 1968 para cambiar o recuperar o volver a una cultura nacional, sino para ver, por eso lo de luces, y darnos cuenta como nuestra nación adquirió una cultura de importación, abandonando la cultura de producción. Estamos en 2022, y luego de haber pasado hambre, no por escasez de conocimientos, sino por no haber tenido dinero para seguir importando comida, hay personas que pretenden seguir alimentando esa cultura impuesta a nosotros por la "civilización gringa".

La cita de un libro de 1968 para responder a acontecimientos del siglo 21 no es para nada descabellado. Es más, hay muchísimos libros y artículos referenciales, siempre que se aplique el mismo criterio escrito en el mismo preámbulo del mismo libro: "Hay que mirar antes hacia el pasado para encontrar los caminos del desarrollo, pero haciéndolo con una conciencia científica." Y agrego más, también dice: "Ninguna fuerza social declinante abandona voluntariamente el predominio de su propia cultura." Por lo tanto , apenas Chávez asomó un intento de modificar cultura, la sociedad declinante, léase sociedad de la Cuarta República, para ahorrar palabras, acudió a su mentor y modelo, la "civilización gringa" y fracasaron, los resultados están a la vista y las secuelas del fracaso es el problema de hoy: una estupidez peligrosa que hace creer a sus víctimas que necesitan vengarse sin darse cuenta que su estado de estupidez ha sido la causa de lo que hoy sufren, nadie les ha hecho daño, ellos mismos han sido, y siguen siendo, sus verdugos.

En 2024 habrá elecciones presidenciales, este es el escenario: 1) Solo vemos como candidato al Presidente Maduro, algo que a todas luces se traduce en una gestión exitosa. Política y socialmente exitosa, pues para lo económico se está trabajando y hay que esperar. 2) Aunque existe la oposición, no la vemos en el escenario electoral, pues buena parte de ella sigue estúpida. La cura necesita tiempo, pues la intoxicación es muy severa. 3) hay nuevos frustrados.

Si, hay nuevos frustrados, y me refiero a quienes han sido parte del gobierno chavista y que, por diversas razones, y no vale la pena entrar en esos detalles, hoy son nueva oposición al chavismo, siendo tan chavistas que no se atreven a mover ideas al tiempo y circunstancias del presente, alguien hablaría de pragmatismo, otros de táctica y estrategia y otros tal vez apelarían al ejemplo chino del gato caza ratones.

Lo urgente es que hoy necesitamos resolver el problema económico para tener suficiente energía para seguir cambiando el mundo, léase: necesitamos generar riqueza para poder atender al pueblo y esa riqueza depende de un entorno que está cambiando pero que todavía no ha cambiado lo suficiente. Así que las herramientas para instalar un socialismo imaginado siguen siendo parte de un capitalismo instalado y real. No se trata de cambiar el rumbo, sino de ajustar las amarras para mantener el rumbo sin que se reviente el barco.

Hay peligros endógenos, pues muchos autocríticos están mutando a descalificadores frustrados, y muchos ya lo son. Ya hice el experimento del pedacito de pan en el lago con peces, esta vez en un grupo de wasap revolucionario…

Enciendo las alarmas con suficiente antelación. Hay tiempo para corregir actitudes. Todavía no hay suficiente frustración acumulada. No basta la crítica y la propuesta, también es necesaria la unidad y el trabajo en conjunto. NO se trata de volver a ganar elecciones, es una cuestión de salud mental y paz social, para todos.

 



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Manuel Gragirena

Profesor Universitario. Ingeniero Electricista. Especialista en Telecomunicaciones. Diploma de Estudios Avanzados en Educación. Ex Sidorista

 manuelgragirena1@gmail.com

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