Adiós a la Casa Blanca (Good bye to The White House)

Dentro de su fantasiosa existencia de niño rico mimado y caprichoso, adulado por la oligarquía más rancia de Nueva York, el catire Donald Trump se imaginó montado en la Casa Blanca como un emperador para dominar el mundo, para humillar a los negros estadounidenses y mandar al carajo al “lumpen” de los inmigrantes miserables que constituyen la mano de obra barata de su gran imperio. Por eso ideó un muro infranqueable que levantaría con los mismos huesos de sus víctimas de ser necesario. Sin embargo, tuvo que esperar que los emperadores Bush, padre, hijo y espíritu santo, saciaran sus propias apetencias de poder y guerra, sus grandes negocios de armas y petróleo, y que otro inquilino de color, llamado Barak Obama, destazase de sonrisas ensayadas los pasillos de la gran mansión y los grandes medios de comunicación del capitalismo universal, para que se diera el contraste ideal para él dar el zarpazo final y coronarse como el Gran Presidente Trump: THE BIG TRUMP PRESIDENT. AND PRESIDENT OF THE WORLD…

En Suramérica ha tenido dos perritos falderos y dos socios de baja monta. Los perritos falderos se llaman Iván Duque, Presidente de Colombia, y el más faldero de los perritos, el manso y casto muchachón llamado Juancito Guiadó, Presidente “Interino” de Venezuela; aunque le cabe mejor el moquete de Presidente Letrino de Venezuela, pues ha embarrado tanto el nombre de nuestro país, la identidad de este gran país, la soberanía de nuestro amado país, que lo de letrina humana le queda corto. Los socios de poca monta se llaman Mauricio Macri y Jair Messias Bolsonaro. Ya uno está de baja en Argentina, y el otro cojea de una pata en Brasil. Sólo es cuestión de tiempo.

Cuando el Big President Trump ya sacaba cuentas y hacía planes para lanzarse en su guerra personal en el “Caribe”, disfrazada de Control contra el Narcotráfico, le cayó el balde agua fría del Covid-19, y le aguó la fiesta. Su compatriota Noam Chomsky, más sabio cuanto más anciano, lo ve como un triste remedo del desvarío y lo califica de “sociópata megalómano”. Dicho de otro, un loco de toda locura, obsesivo por el poder y cretino hasta la última palabra. Por eso Chomsky considera que este remedo de Presidente Global conduce a EE.UU “a un camino sin rumbo”, a un barranco sin fondo.

Su pensamiento supremacista, sus ínfulas de todopoderoso, su fantasía de ser el más grande mortal que pisa la tierra, que todo está debajo de sus pies, y nada puede contradecirle, le convierten en una desfachatez inmensurable, en un hombre odiado en Europa, Medio Oriente, Centro y Suramérica, Asia y hasta en los polos norte y sur. No digo África, porque África es tan grande como nación-continente que no merece odiar a un cobarde prepotente y arrogante como Donald Trump. África sólo tiene sentimientos para amarse a sí misma, para luchar y pelear por sí misma, y no malgasta energías en un gringo que pasará a la historia como una sus peores criaturas disfrazada de Presidente de los Estados Unidos.

El odio de Trump & Company (Mike Pompeo, Mike Pence, Rex Tillerson, Steven Mnuchin, James Mattis, Mark Esper, Jeff Sessions, William Barr, Kevin McAlleenan), entre los que están y los que han estado en su gestión (algunos miembros de su gabinete hasta renunciaron por pundonor propio) han recogido en la cesta del odio y el saco del racismo, cuanto le llevaron una y otra vez la camada de pirañas de la oposición venezolana y sus mapanares de postín, con María Corina Machado, la Lilian Tintori y la Patricia Poleo a la cabeza; junto a Julio Borges y demás aquelarres, para decir por sus bocas fanfarronas y mediocres que en Venezuela manda y retemanda un “rrrégimennn” y una “dictaduuura” de la más cruel del mundo. Vaya dictadura ésta que los ha hecho ricos de toda riqueza con los millones y más millones de dólares que las ha entregado la CIA, y cuanta suerte de gobiernos perros del mundo se oponen al libre destino de nuestra patria soberana e intransferible, sea como sea Venezuela, seamos como seamos los venezolanos, vivamos como vivamos los venezolanos.

Las acusaciones de narcotráfico, corrupción y crímenes de lesa humanidad contra funcionarios del Estado soberano de la República Bolivariana de Venezuela les ha llevado a cometer todo tipo de locuras. Ya no sorprenden. Contra el Presidente Hugo Chávez fue una guerra implacable, hasta que lograron matarlo mediante una probable incubación de la misteriosa enfermedad. Hay tantos infiltrados en el gobierno, y principalmente en Miraflores, que trabajan para la CIA, escudados como sabandijas con aparente patriotismo de rodilla en tierra y patria o muerte, que no sorprendería que desde adentro intentaran matar también al Presidente legítimo y constitucional Nicolás Maduro. El gobierno debe apretar los puños, y pegar duro desde adentro, contra todo enemigo interno. Sabemos que ese comando especial de Asistencia de Fuerza de Seguridad (SFAB) de los EE.UU., que llegará a Colombia, no viene a pasear ni a violar una vez más a cuanta colombianita y venezolana les pase por delante, como ya ocurrió al instaurar el Plan Colombia de 1999, justo cuando empezó en Venezuela el actual proceso revolucionario. Su propósito es criminal y encubierto. Que no haya sorpresas ni estén enfundadas las armas cuando tengan la osadía de poner un pie de este lado de la frontera. Que suene la artillería a su máximo poder. Plomo se enfrenta con plomo.

La unidad de las Fuerzas Armadas ha impedido toda vulnerabilidad de la patria. Sin embargo, considero que el gobierno debe corregir grandes y graves fallas en la administración pública y en el comportamiento de algunos funcionarios militares y de seguridad nacional, que abusan del uniforme. Eso no rompe la unidad pero hay que corregir y sacar las manzanas podridas. Urge también una inmediata recuperación de la industria petrolera, puesto que están desvalijando y desmantelando a Pdvsa para vender sus equipos y piezas, con la participación, inclusive, de algunos trabajadores y directivos. Por otro lado, el pueblo pide a gritos que se castigue con todo el peso de la ley al fulano Juan Guaidó por traición a la patria, por entreguista y manipulador, por golpista y conspirador, por terrorista y planificador de crímenes de lesa humanidad contra la República Soberana de Venezuela.

Volviendo al tema del Big President Donald Trump (así en inglés para que le llegué al fondo de su pervertido ego), hay que sacar la cuenta del poco tiempo que le queda en la Casa Blanca. Ya se oye un himno en las calles rabiosas de los Estados Unidos (con aplausos en todo el planeta sincero, humilde y sano): “Good bye Donald Trump… Good bye to the White House…Be happy after out it”…

No hay ninguna duda. Donald Trump no va repetir como Presidente de los Estados Unidos ni que se aferre al más cruel de los sueños de poder imaginable. Su suerte está echada y él lo sabe. Está rodeado por el desprecio humano a nivel global, y todo su dinero no le bastará para ganarse los corazones que ya no lo quieren. Peor aún: los corazones que jamás lo quisieron ni lo querrán, aunque en su loquera crea que puede arrasar con la muerte a toda Venezuela, para montar en Miraflores a su monigote postiso, cara de lata.

Ambos se quedarán con los crespos hechos. Es sólo cuestión de tiempo.




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José Pérez

Profesor Universitario. Investigador, poeta y narrador. Licenciado en Letras. Doctor en Filología Hispánica. Columnista de opinión y articulista de prensa desde 1983. Autor de los libros Cosmovisión del somari, Pájaro de mar por tiera, Como ojo de pez, En canto de Guanipa, Páginas de abordo, Fombona rugido de tigre, entre otros. Galardonado en 14 certámenes literarios.

 elpoetajotape@gmail.com

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