El malestar de la política en Venezuela

Malestar general de la política es lo que reflejan, en buena medida, los resultados de las últimas elecciones nacionales realizadas en nuestro país. El malestar de la política en nuestro caso se expresa en la indiferencia mostrada por una buena parte de la población venezolana respecto a la convocatoria a depositar su voto por los candidatos a gobernar cada una de las circunscripciones federales existentes en Venezuela. Tal cantidad de gente no respondió satisfactoriamente a esta convocatoria realizada por el desacreditado Consejo Nacional Electoral, un organismo llamado a ser políticamente imparcial, pero que con sus últimas ejecutorias se ha mostrado más bien como una franquicia de Miraflores, una oficina subalterna del presidente Maduro.

Un grueso número de la población se mostró apática, indiferente, desinteresada, y por eso los resultados numéricos arrojados por este evento son poco favorables para ninguna de las opciones partidarias en que hoy se dividen las preferencias electorales de los venezolanos. Casi el 40% de la población votante del país (8 millones) no acudió a las urnas, mientras que, de los sufragantes efectivos, un promedio del 35% (5 millones) depositó su voto a favor de los candidatos opositores al PSUV. Ambas cifras suman un gran total que alcanza el 75% de los ciudadanos del país (13 millones), esos que tienen derecho a votar y deciden la suerte de todos los venezolanos. Además, se observó, en catorce de los 23 estados del país, que la población abstencionista superó los votos recibidos por cada uno de los principales candidatos, mientras que en el resto de los estados los abstencionistas superaron al segundo de los candidatos más votados. Por tal abstención, ocurrieron casos como el del Estado Bolívar donde Justo Noguera Pietri ganó con apenas el 28.4% del padrón electoral; Carabobo, donde Rafael Lacava fue electo con 31% del padrón electoral; y Miranda, donde Héctor Rodríguez recibió el respaldo de apenas el 30.9% del padrón electoral. De manera que la purita verdad es que el PSUV está gobernando el país sustentado en el apoyo de la minoría ciudadana, apenas 5 millones 800 mil personas, (30% del padrón electoral), minoría a todas luces insuficiente para llevar adelante un proceso revolucionario, que según el decir de la élite psuvista es lo que está ejecutándose en Venezuela ahora. Estas son las cifras, los números arrojados por los comicios recientes, la cruda verdad del comportamiento electoral de los venezolanos, la cruda verdad del desencanto nacional respecto a la política y sus conductores.

Una revolución con tan escueto apoyo es simplemente sueño imposible, pues para transformar en profundidad una realidad socioeconómica se requiere consenso, soporte popular, apoyo masivo de la gente que será afectada para bien o para mal con tales transformaciones. Pero aquí en Venezuela ese apoyo popular al gobierno, según vemos, es cada vez más escaso. El apoyo a la gestión chavista viene en picada, ha menguado desde la muerte de Hugo Chávez. Por todo esto no es verdad que aquí en nuestro país se esté desarrollando un proceso revolucionario. Tal Revolución sólo existe en la retórica engañosa de los dirigentes psuvistas, en las charadas proferidas por Maduro y sus conmilitones, en los reiterativos discursos lanzados al voleo por tal grupo, dirigidos los mismos a un público de galería dispuesto a creer sin más lo que salga de la boca de la élite chavista. Este nuevo grupo de poder utiliza casi los mismos recursos de los adecos en su decadencia para mantener el apoyo con el cual gana elecciones: bolsas de comida, tarjetas de la patria, perniles regalados en diciembre, morrales para estudiantes y cualquier clase de fruslería, con tal de obtener réditos políticos.

A pesar entonces de la ocurrencia en nuestro país de varios procesos electorales este año, se deja notar a simple vista la falta de entusiasmo de millones de venezolanos respecto a la política en general. Son millones los desencantados con la dinámica política instaurada en el país. Se muestran decepcionados respecto al grupo que en Venezuela monopoliza la política. Es que resulta muy difícil llenarse de entusiasmo por la política viendo que la gestión de los conductores de la nación ha derivado en una descomunal tragedia para los ciudadanos comunes y corrientes. ¿Cómo solicitar entusiasmo de la gente cuando ésta más bien padece los trágicos efectos de las políticas que el gobierno improvisa día tras día? La mayoría de la población venezolana se encuentra hoy en estado de sufrimiento; sufre el retorno de enfermedades antes desaparecidas, sufre la escasez y carestía de los alimentos, sufre hambre dado que sus cada vez más menguados ingresos económicos le impiden comprar los productos básicos de la dieta alimentaria, sufre por la falta de medicamentos con que combatir enfermedades elementales, sufre la diáspora de los miembros de su familia que huyen de Venezuela, buscando encontrar en otros países del mundo lo que aquí se les niega, sufre la inseguridad reinante en Venezuela, producto de la incrementada delincuencia, dueña de buena parte del territorio nacional, sufre la frustración derivada de la continuidad de unas políticas económicas empobrecedoras, fracasadas antes en todos los países donde fueron ejecutadas, sufre la pérdida de algún familiar asesinado por las numerosas bandas delictivas que azotan pueblos y ciudades del país, sufre por el pésimo funcionamiento de los servicios públicos, sufre viendo el abandono y destrucción de plazas y lugares públicos del país, sufre viendo como los ladrones de los dineros públicos se pavonean ostentando sin rubor sus bienes mal habidos. En general, el pueblo venezolano es al día de hoy un pueblo espiritualmente enfermo, la gente está deprimida, triste, angustiada, nerviosa, frustrada, irritada. Tales manifestaciones de los padecimientos de nuestra gente se notan tanto en los espacios públicos como en los privados, es el pan de cada día servido en conversaciones y reuniones. Es que el ambiente socioeconómico general del país no permite otra cosa. De manera que decretar navidades felices, como lo ha hecho recientemente el inquilino de Miraflores, no pasa de ser una burla, cinismo puro de parte del principal responsable de los sufrimientos que hoy padecen los venezolanos. Pues son las políticas pensadas y ejecutadas desde Miraflores las causantes de los ingentes problemas que golpean a la mayoría de los venezolanos. Y es el fanatismo infantil del izquierdismo, el doctrinarismo ramplón, la ideología profesada y practicada por el inquilino de Miraflores y la élite psuvista, el pegoste sobre el que discurren las ejecutorias de los principales funcionarios gubernamentales. Y en la medida en que tal pegoste, tales políticas y tales ejecutores continúen imponiéndose en el país no saldremos de este cataclismo.

El malestar de la política, el repudio hacia la política y a los políticos venezolanos por parte de un grueso número de conciudadanos es así otro de los grandes logros obtenidos por la gestión del conductor de autobuses posesionado en mala hora de la silla de Miraflores. Es otro de los terribles resultados conseguidos por un gobierno que arrastra tras suyo apenas desolación, destrucción, ruina, pobreza, primitivismo, atraso. De manera que igual que ayer, en tiempos de Juan Vicente Gómez, el bigotudo hacendado de la Mulera, cuando nuestra nación tuvo que esperar el paso de casi tres décadas del siglo XX para entrar de verdad en ese nuevo siglo, el tiempo de la modernidad venezolana, parece que también ahora, en tiempos del bigotudo de Miraflores, tendremos que esperar varias décadas para ingresar al siglo XXI y su contexto postmoderno. Y en verdad, tal como marchan las cosas aquí, donde los procesos reales discurren hacia atrás, andan en retroceso, la espera parece que será más larga y por tanto más hiriente.



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Sigfrido Lanz Delgado


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