A propósito del centenario de su muerte

Pbro. y Dr. Ezequiel Arellano: un gigante del deber

"En Bailadores está ese padre Arellano, especie de gigante contumelioso, que suele arreglar a trompadas los asuntos de la fe", quien lee así de secas en Viaje al Amanecer de Mariano Picón Salas, esta frase, se sorprende y hasta se asusta, pero por curiosidad no deja la lectura para conocer más de ese cura bárbaro o de ese pueblo de bárbaros que era Bailadores para finales del siglo XIX, cuando se encarga de la Parroquia el Pbro. y Dr. Ezequiel Arellano, el 4 de febrero de 1898.

Es que existe una notable diferencia entre los sacerdotes modernos y los curas de antaño; los de ahora, llegan o salen de los pueblos en sendas camionetas último modelo 4x4, vestidos con las mejores galas y se pasean por sus calles con el confort de la buena música y del aire acondicionado; cuando los saluda una viejita rezandera apenas alzan la mano, pero cuando por el contrario es una muchacha sueltan el volante y casi se salen del carro. Los curas de antes llegaban a lomo de mula con su ropa desgastada en su desandar y con el polvo del camino; entre sus pertenencias lo más preciado eran sus libros, aunque algunos se metían a revolucionarios y andaban con su sotana arremangada y un revólver calibre 42 en la cintura; sus seguidores eran a montón por eso construían iglesias, fundaban escuelas, abrían caminos y la historia los tiene en puesto señero como los curas caminantes y progresistas. Nombraré algunos, aunque corra el riesgo de caer en la subjetividad: El padre Ramón de Jesús Angulo en Zea, Mons. Juan Bautista Arias en Tovar, el Pbro. Ramón Emilio Permia en Bailadores, el Pbro. Vicente Alarcón en Guaraque, el Pbro. Deogracias Corredor en La Azulita, el Pbro. Pedro Antonio Moreno en Aricagua y el Licdo. José Eustorgio Rivas Torrres en Canaguá. Otros por su parte, llevaron la cultura y la ciencia a los pueblos, como el Pbro. Adolfo López en Tovar, redactor del primer periódico tovareño El Ensayo Periodístico, que circuló el 18 de noviembre de 1884; o el caso que nos ocupa del Pbro. y Dr. Ezequiel Arellano Acevedo, quien compró e introdujo la primera imprenta a Bailadores en 1900, adquirida al Dr. Jesús Manuel Jáuregui Moreno, la misma en que se editaba en La Grita el periódico La Azucena del Colegio de niños que regentaban las señoritas: Beatriz Camargo y Sara Guerrero; en esa pequeña imprenta publicó y dirigió el Dr. Arellano el periódico La Abeja (1902 – 1914), hasta el número 77, cuando la edición cesó por la inutilidad de la máquina, de inmediato hizo traer otra de San Cristóbal, era el año de 1902 y se editaban 350 ejemplares, dos veces al mes. En esa imprenta también se imprimieron además, El Galerín que luego cambio de nombre por El Aspirante (1904 – 1913), Los Ecos Guaraquenses y El Eco Popular de La Grita en 1906. En comparación a los sacerdotes de ahora que ni tan siquiera leen el periódico.

Picón Salas nos explica ese calificativo de guapetón del padre Arellano al señalar: "Pero es que cuando lo mandaron de cura, aquel pueblo era una guarida de facinerosos. En los páramos que rodean al pueblo asaltaban a los viajeros. La policía local establecía como jefes civiles a asesinos en disponibilidad que gobernaban con sus respectivas bandas. Después de la misa del domingo los grupos armados se ponían a jugar gallos en la plaza y por el "gallo giro" o "la flor de Canaguá" se iban a las manos. Los "coroneles" del gobierno que desempeñaban la magistratura local tenían su harén de concubinas que lucían muy ostentosas en las fiestas de la iglesia con sus pañolones de seda, sus prendedores de oro y la saya crujiente. Curitas suaves contemporizaron demasiado con tales bárbaros. Hasta que llegó el padre Arellano… Y en la primera misa dominical le espetó su plática a los feligreses: "Me gusta dirigir un pueblo de guapos, porque ustedes saben, queridos hermanos, que yo tengo también tabaco en la vejiga. ¡Ay del que se desmande! Se va a acabar la sampablera esa que forman en la plaza después de la misa. Yo me sé apretar los pantalones."" Para quienes estaban acostumbrados a los curas blandengues, esta osadía desde el pulpito era un reto, pues significaba perder el poder y respeto ante la gente. Lo cierto es que los métodos del padre Arellano por ortodoxos que nos parezcan surtieron efecto y muchos de los "coroneles" o pranes como los llaman ahora en las cárceles, prefirieron emigrar a pueblos vecinos y así vemos a principios del siglo XX, a un Obdulio Contreras, Ramón Arellano o Pacomio Medina, rotándose en las jefaturas civiles de Zea, Tovar, Guaraque y Santa Cruz de Mora.

El mismo Mariano Picón Salas lo cuenta en su narración: "Y sustituyendo a la Justicia Civil, el padre Arellano mandó gente a la cárcel; celebró matrimonios públicos para casar las parejas en concubinato y haciéndose simpático, a la par que fuerte, hizo cosas que si no eran enteramente evangélicas parecían necesarias para apaciguar el alborotado pueblo. Se tomaba sus grandes vasos de chicha y de caña en los matrimonios y bautizos; sacaba una vieja a escobillar una polka, decía su bomba a la pareja y se montaba en su caballo chúcaro, emulando a los mejores chalanes de la belicosa villa". Fue tanto el bien que hizo, que permaneció en Bailadores hasta su muerte en 1916; a pesar de que llegó a ser Vicario General de la Diócesis. Su vida está llena de misterios y leyendas, sus extravagancias lo hicieron famoso, aunque era un hombre sumamente culto, le toco vivir una época difícil, con razón proclamó Hipócrates: Similia similibus curantur, "Lo semejante se cura con lo semejante". Es decir, que en esos tiempos, los curas que triunfaban eran los que más se parecían a los "coroneles" y aplicaban sus mismos procedimientos.

Ahora ustedes se preguntan: ¿Quién era ese extraño cura? ¿Dónde nació? ¿Cómo se formó? Y lo más importante: ¿Cuál es la razón de celebrar los 100 años de su muerte?

El Presbítero y Doctor Ezequiel Arellano Acevedo nació el 6 de enero de 1838, en un vistoso sitio de la Aldea Otrabanda, llamado La Raicita, de la Villa de Bailadores, sus padres Juan José Arellano y María Antonia Acevedo. Bautizado a los pocos días de nacido y confirmado por el Dr. Boset en su primera visita a Bailadores en 1842.

Formado en un hogar cristiano de acendrada fe, fue educado en la escuela que regentaba Don Matías Nicanor Codina, quien huyendo desde Cúcuta se había avecindado en Bailadores desde 1837.

Inspirado por seguir los pasos de su primo hermano el Pbro. y Dr. José Concepción Acevedo, ingresa con el apoyo de sus padres al Seminario de Mérida.

Hacia 1852 ya está en el Seminario Menor y después en las aulas de la Universidad de Los Andes. El 6 de enero de 1859, le confiere la Tonsura el Dr. Juan Hilario Boset, reafirmándole su confirmación, luego Menores el 23 de marzo de 1862, el Subdiaconado el 5 de abril, el Diaconado el 19 de abril y por último el Presbiterado el 20 de septiembre. Han pasado 10 años de su venida a Mérida y de manos del Dr. José Merced Pineda, Rector de la Universidad recibe el grado de Doctor en Sagrada Teología.

El 08 de diciembre de ese mismo año cantó su Primera Misa en su pueblo natal, con asistencia de once sacerdotes. Inicia su labor sacerdotal y hasta finales de 1864 ejerció como cura ayudante en Pueblo Nuevo del Sur, mientras permanecía vinculado a la Universidad donde ocasionalmente daba clases. En Pueblo Nuevo del Sur gestiona la construcción del cementerio y logra obtener la licencia.

El 23 de marzo de 1865, es nombrado como primer cura párroco de la Iglesia, de Ntra. Sra. de las Mercedes de Zea, cargo que ejerce hasta el 3 de febrero de 1875, cuando monseñor Tomás Zerpa le acepta la renuncia que había enviado el 18 de enero y donde expresa sus motivos: "Hoy creo deber separarme, no ya a descansar; sino a respirar otros aires más benignos para mi salud, i a vivir siquiera sea un poco de tiempo de escusados al venerable Cura de la matriz de San Cristóbal con quien estoy entendido sobre el particular." A pesar de esto, permanece en Zea hasta 1878. Fueron trece años fructíferos de servicio a la parroquia de Zea y atender también a la de Yegüines, que había sido agregada a la de Zea a pesar de la férrea oposición de los feligreses de San Simón. En Zea se esmeró por equipar la iglesia, fomentar la educación, el mismo daba clases en la escuela unitaria de varones y después trae como maestro a su hermano Epifanio Ramón Arellano, quien muere en Zea el 5 de febrero de 1900, donde se casó y formo un hogar con Visitación Mora. Preocupado por la educación de las niñas funda el 1865 la Escuela Unitaria N° 2 de hembras, siendo las primeras maestras su tía política Visitación de Arellano y su tía por parte materna Elena Acevedo.

Zea se convirtió para el Dr. Arellano en el refugio para su familia, otra de sus hermanas Hortencia Arellano, que murió en Zea el 9 de mayo de 1912, se casó con Don Esteban Méndez. Aunque desconozco las razones por las cuales sus padres se separaron, su madre María Antonia Acevedo se volvió a casar en Zea con Eustaquio Romero y fueron padres de Tomás casado con Carlota Mora, Carlos con Petra Pereira y Ramona Romero con Santos Salas, por ese motivo aparecen como reclamantes en su testamento sus sobrinos: Fernando, Amenodoro, Sergio, Alejandro, Mercedes, Magdalena y Benita Salas, además de Lucia Romero, todos vecinos de Zea.

Debo significar la preocupación y empeño del padre Arellano en la apertura del camino que por el Cambur enlazaba a Zea con Tovar, fueron muchas las jornadas de trabajo por establecer vías de comunicación seguras para los zedeños. Lamentablemente no encontré entre mis papeles una serie de apuntes sobre el particular, pero prometo ubicarlos para que entendamos su dimensión como sacerdote progresistas y sus aportes valiosos a Zea.

De Zea es trasladado por mandato de monseñor Zerpa a la Parroquia Nuestra Señora de la Consolación de Táriba en 1878, donde se ejerce como singular benefactor por 16 años hasta 1893. Dada la cercanía también atendía la parroquia San Agatón de Palmira (1880 - 1884). Del 05 de mayo de 1893 al 26 de enero de 1898 se desempeña como el sexagésimo segundo párroco de la Parroquia Matriz de San Cristóbal. De 1888 a 1898 Vicario foráneo de San Cristóbal, es decir representante del Obispo de Mérida en ese Estado del Occidente Venezolano. En los 20 años que estuvo en el Táchira bendijo el templo de María Auxiliadora de Cordero el 03/05/1881, colocó la primera piedra de la iglesia de San Pedro del Río el 30/08/1878; además de fomentar el culto con gran esplendor y aprovechamiento espiritual; creo escuelas primarias y colegios de varones para la enseñanza superior como el San Agustín y ayudo con su propio peculio a jóvenes en la carrera del sacerdocio como: Melquiades Rosales y Máximo Pino, convertidos luego en multiplicadores de la fe cristiana.

En San Cristóbal se le considera un sacerdote muy valiente y aún se recuerda como en 1886 en una de las guerras fratricidas hizo frente a las balas para cumplir su misión de Mensajero de la paz y en mayo de 1892, daba de beber, sin preocuparse por su vida, al sediento moribundo desde la ventana de su casa en la plaza de Bolívar de Táriba, en lo más duro de la pelea. Amigo personal del general Cipriano Castro, vivía al lado de su casa. Fue quien lo recibió y lo hospedó en Bailadores la noche del 5 de agosto de 1899.

A comienzos de 1898 retornó a Mérida y el 4 de febrero asumió los destinos espirituales de Bailadores, como Párroco Titular, fue un profeta en su tierra, pues acometió con esmero la transformación espiritual y cultural de su lar nativo y lo logro.

El Pbro. y Dr. Ezequiel Arellano, compró e introdujo la primera imprenta a Bailadores en 1900, adquirida al Dr. Jesús Manuel Jáuregui Moreno, la misma en que se editaba en La Grita el periódico La Azucena del Colegio de niños que regentaban las señoritas: Beatriz Camargo y Sara Guerrero; en esa pequeña imprenta publicó y dirigió el periódico La Abeja (1902 - 1914), hasta el número 77, cuando la edición cesó por la inutilidad de la máquina, de inmediato hizo traer otra de San Cristóbal, era el año de 1902 y se editaban 350 ejemplares, dos veces al mes. En esa imprenta también se imprimieron además, El Galerín que luego cambio de nombre por El Aspirante (1904 – 1913), Los Ecos Guaraquenses y El Eco Popular de La Grita en 1906.

En 1902 fundó el Hospicio de Santa Teresa para niños pobres y desamparados en una quinta del mismo nombre de su propiedad, ubicada en la parte izquierda, al pie de la planicie de La Capellanía. El Hospicio era regentado por la señorita Carmelita Medina, en compañía de sus hermanas Tomasa y Bernardina Arellano.

El 6 de enero de 1911, es designado Provisor y Vicario General de la Diócesis de Mérida, dignidad que antes había rechazado en tiempos de monseñor Lovera; con ese importante rango el 20 de septiembre de 1912 arriba a sus Bodas de Oro sacerdotales y las celebra con la presencia del Obispo, numerosos sacerdotes y toda la feligresía Bailadorense. El Boletín Diocesano le dedica su edición N° 10 del 1 de octubre, allí está el testimonio de sus amigos del Táchira, Mérida y Trujillo, es el reconocimiento sincero a un sabio patriarca del clero merideño. Pudo terminar sus días rodeado de fama y con el aplauso de todos, pero por desacuerdos con algunas indecisiones y medidas tomadas por monseñor Antonio Ramón Silva, renuncia a su cargo en septiembre de 1913; año difícil para la Diócesis Merideña, debido a que un grupo de notables a cuya cabeza estaba el Dr. Antonio Justo Silva, enfrentan el poder del Obispo Silva, a quien acusan de tolerar conductas censurables entre algunos sacerdotes de la Diócesis y lo más grave de protegerlos. La polémica se inició el 6 de abril con la publicación en imprenta y posterior difusión en la ciudad de una Carta Abierta donde el Dr. Silva hacía graves señalamientos contra el Pbro. Evaristo Ramírez, hombre muy cercano al Prelado por su condición de Secretario de Cámara, Párroco de El Sagrario y Presidente del Consejo de Instrucción Pública; "…lo acusaba de ser mujeriego, de aprovecharse de los bienes de la Curia y de usar sus influencias para perjudicar a otros", en la hoja suelta lo llamaba sin reservas "favorito de un Obispo meritorio" y que era uno de entre los malos sacerdotes "…sin fe, sin ninguna virtud evangélica, enamorados, especuladores, plateros, comerciantes"

Motivado a que Mons. Silva se encontraba de visita Pastoral en Trujillo y del fuerte impacto que causo esta denuncia en el pueblo de Mérida, el Cabildo Eclesiástico integrado por los presbíteros: J. Clemente Mejía, J. Trinidad Colmenares, Félix Morales Pernía, Hugo Zambelli y Pedro F. Ramírez, se reunió y acordó manifestar al Obispo "su inquebrantable y franca adhesión", además convocaron ante la Curia al Dr. Silva, quien confirmó ser el autor de la Carta Pública. Siguiendo instrucciones del Obispo le señalaron que las acusaciones contra sacerdotes debían hacerle por ante el Tribunal Eclesiástico en forma concreta y no públicas por la prensa. El Dr. Silva indignado hizo caso omiso a las advertencias y el 9 de mayo nuevamente en una segunda hoja suelta dirigida Al Público, reveló que a pesar de sostener tres encuentros con Su Señoría todo seguía igual. Lo que produjo que dos días después el 11 de mayo, quizás presionado por el Obispo y ante las alusiones de incompetente en los panfletos, el Pbro. Ezequiel Arellano en su condición de Provisor y Vicario General de la Diócesis, dictará el auto de excomunión mayor al autor de las acusaciones. Al respecto señala el Dr. Jesús Rondón Nucete: "La ceremonia se celebró con mucho aparato (procesión, cánticos, incienso) en la Catedral con asistencia de canónigos, fieles y beatas (algunas objeto de graves acusaciones)" Ese mismo día rodó otra hoja suelta A la Sociedad, en la cual el Dr. Silva, sacerdote de mucha ascendencia en todos los sectores de la sociedad merideña, rechazaba los cargos y la validez de la sentencia del Provisor.

La ciudad se convirtió en un hervidero de comentarios de parte y parte, era el tema obligado del momento, lo que obligó al Tribunal Eclesiástico a abrir también juicio el 4 de junio contra el Pbro. Evaristo Ramírez, quien tuvo que salir de Mérida.

El final de este incidente es un poco curioso, el Dr. Silva termina retractándose y así monseñor Silva acompañado del Venerable Capitulo, a las puertas de la iglesia de El Sagrario, de manos del Pbro. Felipe Rincón González, Vicario de San Cristóbal, debidamente autorizado, recibe la absolución. Todavía es un misterio por desentrañar hasta donde la actuación del Dr. Exequiel Arellano como firmante de la excomunión y a la vez juez excusador de la misma fue determinante en tan sonado caso. Lo cierto es que se termina por absolver al Justo pastor. Lo cual el Obispo no vio con buenos ojos y al Dr. Arellano no le queda otra que renunciar y volver a Bailadores. Prefirió la tranquilidad de la conciencia a una fama llena de torturas por el deber no cumplido. Así son los grandes hombres, anteponen el sacrificio personal a su gloria y prestigio, por algo corría por sus venas sangre del precursor Don Francisco de Miranda, de quien desciende por la rama materna.

El 9 de marzo de 1916, a las 9 de la noche, a la edad de 78 años, 2 meses y 3 días, fallece de una enfermedad cardiaca el Pbro. y Dr. Ezequiel Arellano Acevedo. En paz y estimado como pocos entre la gente de Bailadores, sus restos fueron sepultados en la nave central del Templo Parroquial de Nuestra Señora de Candelaria. Vivió una vida llena de merecimientos y consagrada a la gloria de Dios, a la prosperidad de los pueblos donde sirvió. Su entierro fue muy solemne presidido por casi todos los sacerdotes de la región, por supuesto falto el Obispo que nunca le perdono haber cumplido y ser un gigante del deber. Dejo una gran fortuna y entre los haberes de su testamento, levantado a su muerte, están señalados cada uno de los libros de su valiosa biblioteca, 444 libros son inventariados en total y repartidos entre sus sobrinos y demás familiares que lamentablemente Dios sabe dónde fueron a parar, allí estaban: Las 7 partidas por Don Alfonso El Sabio, los necios no escriben; Obras escogidas por Santa Teresa, Método de violín por D. Olard, Derecho Canónico por Donoso, gramáticas de Castellano, Italiano, Francés y Latín; las Confesiones de San Agustín, De la oración y consideración por Fray Luis de Granada, el Index Librorum Prohibitorum del Papa Benedicto XIV y Miscelánea religiosa, política y literaria por Jaime Balmes, que por cierto, estos tres últimos ahora son propiedad de La Abadía de Néstor. Para la época era una gran biblioteca y por los temas contenidos única en la zona.

Director de Cultura del municipio Rivas Dávila – Mérida

nesabad@hotmail.com



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Néstor Abad Sánchez


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