Nicolás y el Tigre

Allí estaba aquel hombre, montado en el lomo de un enorme y salvaje tigre, que lo zarandeaba para todos lados, le tiraba tarascones y el hombre iba zafando casi de casualidad, lo abrazó por el cuello y grito "ya casi lo tengo" pero que va, el tigre seguía brincando por todos lados como un potro desbocado, las demás personas se habían subido a los árboles y miraban como aquel hombre trataba de salir de esa difícil situación.

Todos sabían, incluso el hombre aquel, que si se bajaba del lomo del tigre, este se lo iba a comer en segundos, bajarse no era una opción. La gente que se había amontonado en las copas de los arboles no terminaban de entender como se había llegado a esa situación.

Estaban divididos, unos confiaban en que aquel hombre iba a poder dominar al tigre que lo seguía zarandeando por los aires, mientras que otros sentían lastima y vergüenza de aquel personaje. ¿Por qué vergüenza? Pues porque ese hombre seguía diciendo "ya lo tengo dominado" y como pasaban las horas y no lo podía dominar se excusaba, "me están saboteando, le metieron drogas en la tigrerina". ¡Agárralo por los cachos! Le grito alguien desde un árbol, pero es que los tigres no tiene cachos "no lleva" respondió aquel pobre hombre, que veía como cada vez más gente comenzaba a perder la fe en que dominaría la situación.

Un momento tragicómico fue cuando el tigre irrumpió en una casa y brincado por aquella casa rompía todo a su paso, destruyó un tv que estaba empotrado a la pared y aquel hombre dijo "¿quién coño puso ese tv allí? ¿Ah? Yo asumo toda mi responsabilidad, pero también necesito la ayuda de los demás" y algunos lo aplaudieron, incluso se escuchó a alguien reflexionar "claro, los tv no se empotran en las paredes", después el tigre se subió a una mesa de madera con vidrio y saltó para guindarse en una gran lámpara que colgaba del techo, por supuesto la lámpara cedió y se vino abajo con aquel hombre y el tigre incluidos, "!perdón! Asumo toda mi responsabilidad, ¡porque para asumir responsabilidades yo! No me gusta hablar de mí, yo no soy yoista, yo odio a los yoistas y yo asumo siempre mis responsabilidades, pero ¿quién carajo pone una lámpara en el techo? es una pregunta que les dejo para su reflexión" el tigre seguía corriendo y brincando por la casa, destruyendo todo a su paso, entonces aquel pobre hombre, para no seguir perdiendo adeptos, tomo otra postura, comenzó a decir que ya estaba teniendo el control y si por ejemplo el tigre entraba rabioso a la cocina el hombre gritaba "¡entra a la cocina pequeño felino, obedéceme!" después el tigre atravesaba un vidrio y caía en la sala y aquel hombre despelucado gritaba "vamos para la sala nojoda oooshe" no me van a creen, pero aun había gente de la que estaba en las copas de los árboles que decía "mira como el tigre le está haciendo caso" otra persona que estaba encaramada en una alta rama de un árbol pregunto - ¿de dónde salió ese tigre ah? Seguro lo trajeron del norte - la verdad era que ese tigre fue criado allí mismito por aquel hombre, fortalecido y alimentado por varios años, lo que pasa es que cuando estaba cachorro lo subestimaban pero ahora estaba adulto, desarrollado y con mucha fuerza. Otro dijo "yo creo que ya está en el camino para liberarse" y justo en ese momento el tigre se tiro de costado contra una pared apastando a aquel pobre hombre, que seguía gritando "ahora aplástame contra la pared" para que los más ingenuos siguieran creyendo que el tigre le hacía caso. "yo sé lo que tengo que hacer y lo voy a hacer cuando sea necesario" dijo aquel hombre mientras el tigre seguía zarandeándolo por todos lados como una muñeca de trapo y alguien desde los árboles preguntó – ¿acaso ya mismo no es necesario?

Otra gente que estaba intentando bajarse de los árboles para tratar de ayudarlo le daba opciones para controlar aquella difícil situación pero aquel hombre les gritaba "yo a ustedes no los voy a escuchar porque ustedes lo que quieren es destruir la casa por completo" irónico porque solo quedaban las columnas más grandes que por cierto ya tenían varias rasgaduras.

 

 



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José Gregorio Mena


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