Innovación, tecnología y ciencia de oropel (II)

Anteriormente sugerimos superar el paradigma baconiano sobre el cual está montada nuestra política científica, porque desconoce que en el capitalismo, el avance científico y tecnológico es consecuencia del desarrollo económico y no al revés. Cuestionamos la visión romántica y falsa de separación entre investigación básica y aplicada, argumento muy recurrido para decir que la primera, dada su naturaleza, debe ser financiada por el Estado, porque desconoce que la mayor parte de la "investigación básica" también se realiza en las empresas o en los centros que dependen de ellas.

La articulación que permite convertir ideas y descubrimientos en nuevos bienes y servicios, no existe cuando el Estado financia la investigación esperando que surjan beneficios económicos. Esta visión es una ilusión en el capitalismo central y en el periférico, como en Venezuela, la esperanza es pura fantasía, dado el carácter parasitario de nuestra burguesía, la cual solo innova en su capacidad para captar la renta petrolera y nuestra fuerza de trabajo.

Francia a inicios del siglo XIX tenía los mejores científicos de la época, sin embargo la revolución industrial se realizó en Inglaterra y Holanda, y la hicieron los burgueses sin investigación científica previa. La máquina de vapor del siglo XIX precedió a la termodinámica y 150 años antes ocurrió lo mismo con la mecánica newtoniana, la cual se desarrolló por el creciente comercio marítimo del mercantilismo europeo. En ciencias de la salud, las brechas son aún más impresionantes, para poder relacionar el descubrimiento de la vida microscópica con las enfermedades pasaron casi dos siglos para se pudiera traducir en una mejora en la calidad de vida. De modo que no hay una relación causa-efecto entre ciencia e innovación para la mejora de la vida social.

Este hecho es aún más chocante cuando observamos que la ciencia soviética en el siglo XX se adelantó en matemáticas, investigación espacial y armamento nuclear, pero esto no se tradujo en una mejora de la capacidad productiva y en la calidad de vida de los pueblos de la hoy extinta Unión Soviética.

La lección es simple: el capitalismo de estado o mejor dicho el Modo de Producción Asiático 2.0, aunque puede lograr grandes avances en el desarrollo científico, no puede competir con el capitalismo en cuanto a transformar los resultados de su estamento científico y tecnológico en el desarrollo de sus fuerzas productivas. La discusión sobre la ciencia, tecnología e innovación en Venezuela y el rol del Estado, en el fondo no es más que otro ejercicio retórico en base a opiniones que parecen distintas, pero que en realidad comulgan con el mismo modelo baconiano.

El primer error se basa en confundir investigación científica con innovación. La innovación no es ciencia ni la requiere, es sobre todo empiria, voluntad, tesón y riesgo y es posible realizarla utilizando solamente actividades gerenciales, sin componentes "duros". Y reiteramos, ocurre principalmente en la "línea de producción" o en el lugar de trabajo, y no en el laboratorio científico. El objetivo de hacer por ejemplo, el IVIC un centro de innovación tecnológica, solo podrá lograrse contratando nuevo personal especializado en esa área, ya que a menos que haya una guerra que lo exija (como en el caso del Proyecto Manhattan que condujo a la bomba atómica en la segunda guerra mundial), los científicos no suelen convertirse en tecnólogos. El científico busca explicaciones, el saber el porqué pasan ciertas cosas, mientras que el tecnólogo quiere cambiarlas, haciéndolas mejores o transformándolas completamente, son dos perspectivas distintas y es raro encontrar ambas orientaciones en una misma persona.

El segundo error es creer que la actividad científica puede ser de alguna manera "democratizada", lo cual revela la profunda confusión de algunos acerca de lo que hacen los científicos. Se observa aquí la influencia nefasta del constructivismo social y del postmodernismo en las políticas públicas venezolanas, al sostener la idea que "los saberes" son producto de convencionalismos sociales, de modo que en materia de conocimiento vale todo. Si así fuera y no existieran las restricciones que impone la realidad, encontrar la cura del cáncer, realizar la fusión nuclear controlada, predecir el clima o llegar a Marte, serían solo un punto de discusión en una asamblea.

La actividad científica no es pública, no es "democratizable", en el sentido que lo es la educación, el transporte o la política. Aunque es verdad que cualquiera puede ser científico, y que estos hacen públicas sus investigaciones mediante artículos en revistas, la realidad es que sin manejar el conocimiento tácito en una determinada disciplina, es muy poco probable que pueda obtener algún beneficio de dicho bien. Solo los que pertenecen a dicho "colegio", luego de muchos años de estudio es que pueden entender de qué se trata. Por eso las empresas los contratan, para que seleccionen entre los centenas de miles o millones de artículos que se publican en su especialidad, aquellos que sean relevantes, y poder a su vez sacar algún provecho del mismo, sea para copiar los resultados o para encauzar su propia investigación. El "copiado" no es simple, porque se requiere muchísimo conocimiento científico tácito para poder hacerlo debidamente.

El tercer error, es común a las dos posiciones: la creencia que el Estado es el responsable por el financiamiento de la actividad científica y de innovación, sea a través de centros como el IVIC o desde las universidades públicas. Los científicos suelen ser muy convincentes en este punto y en Venezuela no deben esforzarse mucho, porque es un punto que se da por sentado en nuestra sociedad. La verdad es que si mañana el Estado decidiera no dar ni un centavo para la investigación científica, además de que unas 10 mil personas tal vez se queden sin ingresos, es poco lo que cambiaría en el país, porque su actividad no tiene ningún impacto en el tejido socio-productivo. Pasará algo similar al despido de más de veinte mil "meritócratas" de PDVSA: absolutamente nada.

Llegados a este punto nos preguntarnos si tiene algún sentido continuar con estas políticas, si se requiere abandonarlas o modificarlas. Abordaremos este tema en el marco de la construcción de una sociedad socialista.

Lo primero que debo señalar es que al igual que en el caso de la educación, el hecho que esta no incide en el crecimiento de la producción o en la industrialización, no es razón para no apoyarla por el conjunto de los otros valores que consideramos importante promover en la sociedad. Es decir, no es necesario apelar a razones estrictamente económicas para justificar la masificación de la educación para todas y todos, basta pensar en la importancia de la formación integral, continua y para toda la vida, y lograr un pueblo cada vez más instruido y capaz de disfrutar y apreciar los bienes culturales tanto los propios creados por el pueblo venezolano como los del conjunto de la humanidad. En ese mismo sentido la ciencia debe apoyarse porque nos interesa responder a las infinitas interrogantes sobre nuestro mundo, a cultivar el escepticismo crítico, combatir la ignorancia y el pensamiento mágico, promover la racionalidad, la solidez de los argumentos, la curiosidad, el pensamiento lógico, el debate público e informado, y el valor de las evidencias para sostener determinadas creencias.

De modo que es bueno que se continúe invirtiendo en educación y en la ciencia, pero sin esperar que de allí salga el amor a la libertad o el motor para impulsar la producción y la industrialización. Ya el pueblo venezolano ha demostrado en demasiadas ocasiones que no necesita que alguien le enseñe desde una cátedra el amor a la libertad. Y en cuanto a la innovación y la producción, estoy convencido que esta será obra del emprendimiento colectivo aguijoneado por la necesidad y de nadie más, porque es una fantasía de socialistas desencaminados esperar que ahora sí, la burguesía nacional hará algo distinto de parasitar. Más de setenta años de espera son harto suficientes.

La verdad es que mientras sigamos fortaleciendo, como lo venimos haciendo, a una economía capitalista periférica, cualquier cosa que hagamos que no apunte a desmantelar esta situación, será totalmente inútil. Incluso si decidimos incrementar los recursos para promover la ciencia y la tecnología invirtiendo millones de dólares en la educación y en ciencia y tecnología, el impacto sobre las hilachas del actual tejido productivo venezolano será más o menos nulo y el efecto principal será que otros países terminarán aprovechando a los expertos de alto nivel que formemos en Venezuela, como lamentablemente viene ocurriendo desde que tengo memoria.



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Bernardo Ancidey

Licenciado en Física.

 bernardo.ancidey@gmail.com

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