La sublimación de la violencia

Las leyes en una sociedad de privilegios y altamente jerarquizada representan una forma sublimada de la violencia. En consecuencia, una sociedad organizada sobre la base de leyes así, será una sociedad que contiene un quantum de violencia represada, latente, potencial.

Es como armar un instrumento de madera (digamos un cuatro) con un molde. Luego de tornear la madera en forma de cuatro se la obliga a “pegar” dentro de un molde que le da la forma definitiva de cuatro. La goma (las leyes que obligan a su forma) mantiene su forma de cuatro. No obstante, cuando el instrumentó, ya seco, se cae con contundencia al piso, esas tensiones se liberan y lo revientan, lo destrozan por completo. Así funcionan las leyes burguesas, las formas ideológicas, culturales, la escuela, la iglesia, a manera de un molde que obliga a una sociedad humana, de humanos, a conservar una “forma” en la injusticia, en la desigualdad, en el sacrificio de muchos por conservar los privilegios de pocos; la ignorancia de muchos para sostener la vida hedonista de pocos; le dan una forma aparente de calma y armonía a algo que, como los volcanes, siempre lleva consigo la posibilidad de estallar en cualquier momento y mandar a la mierda cualquier forma y armonía.

Por eso el socialismo es, dentro de todo (de todo lo demás por lo que lo conocemos), una forma de moldear la sociedad venciendo las tensiones menores pero más potentes, haciendo que las mayores tensiones se liberen y reventar a aquellas que estuvieron siempre ahí para hacerles contención y resistencia.

El asunto es que la PAZ, sin que la sociedad reúna las condiciones necesarias para aliviar esas tensiones (hasta el punto de eliminarlas, hasta hacer de ellas solo “pequeñas tensiones de ajuste”, así como la madera se mueve y se acomoda gracias a la temperatura y a la humedad), no es otra cosa que otra forma de sublimación de la violencia, de cambio a un estado físico distinto de ella, pero sensible a recuperar su forma original de fuerza contundente en cualquier descuido de los alquimistas.

Paz sin justicia social no existe, es solo una forma en tensión de la violencia, es todo. Una revolución pacífica lo primero que debería saber es como recuperar cada vez más, y en los momentos más oportunos, los espacios que necesita esa violencia para no acumular tensiones. De eso se trata la llamada “revolución pacífica”, de avanzar con contundencia, con fuerza hacia la liberación definitiva de los espacios que necesita la humanidad, para llegar a ser definitivamente libre de privilegios y de cuales quieras fuerzas hegemónicas.

De avanzar, no de reconformar la “forma de la dominación”. La dominación de pocos sobre las mayorías… de las tensiones que yacen en la sociedad. Una revolución pacífica no es una revolución si no avanza siempre, y sin disimulos, hacia el socialismo. Si no produce siempre cambios, si no gana espacios para el socialismo, restándoselos al capitalismo. De otra forma, la PAZ se sobrepone al socialismo. Sería la PAZ de los esclavos, de los muertos, de las desigualdades y de la explotación.

Una revolución no se hace por medio de “mecanismos”, decía Fidel en alguna parte. Es decir, una revolución no puede poner, por encima de sus objetivos fundamentales, sagrados, los métodos, los “mecanismos”, como si fueran valores anteriores y verdaderos a nuestros principios, como si estos no debieran ser cualidades socialistas y no sustantivos o fundamentos de nuestros principios. Una revolución socialista se gana en los espacios que gana la gente, sobre todo en el espíritu, en su conocimiento, en su consciencia de ser una clase explotada y violentada por la sociedad.

No es posible que estos “mecanismos” hayan vencido sobre nuestro espíritu revolucionario, hayan convencido a nuestros dirigentes de que ellos son más necesarios que la conciencia y la revolución misma. Como si ellos fueran “ciencias neutrales”, sin ideología, sin compromisos para con los intereses que fueron inventados, es decir, para resolverle el peo al capitalismo. Más o menos parecido a lo que hacen las agencias secretas, la CIA, las universidades gringas, las Ongs que defienden los derechos humanos, etc… en favor de conservar los intereses capitalistas.

La economía como ciencia positiva, la psicología, la sociología, la semiología, la historia, la geografía, la geología, y etc. están hechos, como conocimientos, a la medida de las necesidades capitalistas, del poder hegemónico. Depende de nosotros darles a sus métodos un valor distinto. Y subordinarlos a los intereses de toda la sociedad, del socialismo, de hacerlos instrumentos de trabajo, de herramientas y no obedecerlos como una verdad anterior y universal a la existencia humana.

Por eso la revolución socialista nos obliga. No la econometría o la macroeconomía; no los índices y los cálculos numéricos, sin rostros vivos humanos o de la naturaleza. Toda herramienta humana debe estar supeditada a los más sagrados intereses de la vida, de la libertad de conciencia y la conservación de la especie. Y no “enseñoreada” sobre la humanidad como una verdad en sí misma, esclavizándola hasta el punto de llegar a conquistar (una abstracción) su estupidez; la deshumanización de propios sus “cultores”.

Sublimar la violencia hasta evaporarla en una PAZ que la contiene, como un globo contiene gas de helio u oxígeno, no acaba con ella. Solo el socialismo puede darle todo el espacio suficiente para que se diluya en una sociedad justa (equilibrada y de respeto por la vida, por la inteligencia, la creación)… y no explote.

“La violencia es el arma de los que no tienen razón”, dicen los que nos dominan desde la razón de la violencia. Yo diría que la Violencia es el arma, y ya. Porque toda todo cambio, todo control supone un ejercicio de violencia. Sea ésta a través de los métodos de educación, de los prejuicios científicos y religiosos, de la publicidad, de la imposición de gustos y preferencias a través de los medios de divulgación, publicidad y propaganda. La violencia está en medio de toda tensión de fuerzas. Es por eso que no debemos hablar de violencia como si fuera una cualidad ajena a nuestros propios intereses de clase, políticos, ideológicos y morales.

La violencia: solo queda de nosotros hacerla una fuerza que domine desde la verdad, desde la razón y la fe por la humanidad, hacerla, un arma para la paz pero en diferencias y los conflictos menos antagónicos y vitales.

Lo que es realmente frágil es la PAZ, vista como una conquista absoluta, como un llegadero. Vista como una meta universal. Hablar de paz en esos términos es hablar de LIBERTAD y de VERDAD, también en términos Supra Humanos, ¡absolutos! es creer en pajaritos preñados.

Bien… De eso no se habla ahora, pero de eso es de lo que se debería hablar con la gente ahora. Esos son los temas fundamentales para entender, son estos conceptos los que se deberían discutir en los programas políticos de nuestros dirigentes y no chismes como comadronas; y no alimentar la pobreza espiritual en nuestra población.

Pero, ¡qué coño! Hay que ganar unas elecciones, qué importan esas cosas filosóficas… Y la violencia ahí: Tú me dices corrupto y yo te digo lechero, tú me dices narco y yo te digo ladrón y sicario… Y así, hasta que nos salgamos del mundo. La violencia ha sido domeñada por el chisme y sublimada en los vapores de la estupidez, por ahora.

La PAZ siempre ha sido una excusa para la dominación y la guerra. Que ahora ésta sea el centro conceptual de la “claudicación de la revolución”, no la hace superior (jamás) a los ideales socialistas, a las luchas socialistas revolucionarias, las cuales sí que son reales. Son humanamente posibles en función de sus ideales. La PAZ es un estado del espíritu y siempre será una tregua entre batallas, un intercambio de loas y de alabanzas heroicas entre enemigos. La PAZ, como la LIBERTAD, como la VERDAD, la INTELIGENCIA, no existe fuera de las razones humanas, de las pasiones humanas, de los intereses humanos. Así, con mayúsculas son estos “conceptos” solo armas ideológicas para la dominación de los pendejos incultos e ignorantes, palabras enseñoreadas; solo eso.

Queda de nosotros darle sentido humano a tales “entelequias” en nuestras prácticas cotidianas de vida y en nuestras acciones revolucionarias.


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Héctor Baíz

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